La cifra hace pensar: en el último trimestre en España se han dejado de cubrir más de 149 mil empleos. La pregunta es cómo es posible que suceda algo así cuando la cifra de parados alcanza más de dos millones setecientos mil. Algo no encaja y me temo que no es que las estadísticas estén mal elaboradas. Al parecer la causa es que en nuestro país hay puestos de trabajo sin cubrir por falta de personas que quieran ocuparlos.
O sea que algo no funciona y es urgente que el Gobierno de Pedro Sánchez y los sindicatos, amén de los empresarios, den una respuesta a este problema porque o no funcionan como debieran las oficinas de empleo o no se está sabiendo fomentar políticas de empleo o está arraigando la cultura de la subvención.
Vaya por delante que defiendo que el Estado del bienestar no puede dejar a nadie al pairo y por tanto si una persona no encuentra empleo debe contar con la ayuda del Estado para subsistir, eso es indiscutible y en este terreno no se debe dar ni un paso atrás. Ahora bien, si hay puestos de trabajo sin cubrir entonces hay que buscar una respuesta y una solución para que esto no ocurra.
El pasado e marzo el líder de UGT, Pepe Álvarez, planteó que si alguien cobra un subsidio público y rechaza un trabajo quizá se debería retirar ese subsidio. Y como en nuestro país hay un regusto por la demagogia a Álvarez le dijeron de todo y no le condenaron a los infiernos de casualidad. Sin embargo, el líder ugetista tiene razón. Si alguien cobra el desempleo y rechaza un empleo no tiene sentido que continúe cobrando el subsidio público salvo por determinadas razones que habría que concretar claramente para que no se pueda alegar cualquier excusa.
Pero más allá de las cifras estadísticas solo hay que darse una vuelta por cualquier ciudad para ver los carteles de ofertas de empleo desde personal de hostelería, a personal de comercio, cuidadores de personas mayores, o ingenieros. Tanto da, lo cierto es que hay empleos sin cubrir.
A mí me parece que quienes cobran un subsidio deberían reflexionar sobre de dónde sale el dinero. Y el dinero sale del impuesto de los ciudadanos, es decir del esfuerzo de quienes tienen un empleo y comparten los frutos de ese esfuerzo con quienes carecen del mismo. Por tanto, la primera reflexión es que los subsidios son fruto del esfuerzo colectivo y no una concesión del Gobierno. Y quienes rechazan un trabajo de alguna manera están menospreciando ese esfuerzo de otros ciudadanos. Es decir, no se debería rechazar un empleo sin una razón justificada.
Me parece a mí que en nuestro país nos falta conciencia cívica, asumir que el Estado se financia con los impuestos y que por tanto esos impuestos deben gastarse con precisión porque el dinero no crece en los árboles.
Ojalá el próximo gobierno, sea este del color que sea, tenga el valor de abordar este sinsentido que supone que haya empleos que cubrir y desempleados que pueden decidir rechazarlos.
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