“Breve historia de la censura” en la Biblioteca Nacional

Biblioteca Nacional de Colombia

“Impía, inmoral y corruptora”, esta era la descripción que hacía la pastoral aprobada por la Conferencia Episcopal en 1913 sobre la prensa de tendencia liberal que bajo amenaza de excomunión y la pena de pecado mortal, mantenía a sus feligreses a distancia de la información.

La censura y sus formas han dependido de contextos sociales, ideológicos y políticos que varían con el tiempo. Sobre eso, sobre sus razones, la manera como se ha ejercido, las formas que tomó históricamente, el sentido de la libertad de prensa y el papel fundamental de los periodistas, trata la exposición “Breve historia de la censura”: dos siglos entre el control y la libertad de expresión en Colombia, que se inaugura hoy en la Biblioteca Nacional de Colombia.

“La muestra es un recorrido por doscientos años en los que se pueden reconocer, al menos, cuatro períodos durante los cuales se ejerció la censura oficial. Es un ejercicio de memoria que busca llamar la atención sobre las restricciones ejercidas por la Iglesia y el Estado sobre la palabra escrita, especialmente la prensa, y reflexionar sobre sus posibles efectos en la sociedad”, señala Paola Ruiz, curadora de la exposición y quien es doctora en Historia por El Colegio de México, investigadora y autora del libro Federalismo y descentralización en la Nueva Granada.

“Breve historia de la censura” se construyó con los acervos de la Biblioteca Nacional y con algunos documentos del Archivo General de la Nación y el Museo y Archivo Histórico de la Universidad Externado.

Estará abierta al público hasta la tercera semana de agosto de 2023, en la sala de exposiciones y en el hall central del edificio ‒está compuesta por libros, periódicos y revistas‒ y tendrá una versión web para que su consulta esté disponible en todas las latitudes, incluso después de concluida la muestra.

La literatura también tiene parte en esta exposición. La iglesia calificaba las novelas, cuya proliferación representaba una amenaza para la moral de la familia. Al escritor bogotano José María Vargas Vila, por ejemplo, autor de Aura o las violetas (1887) e Ibis (1900), lo excomulgaron, lo clasificaron como un “novelista malo” por ser “un impío furibundo, desbocado blasfemo, desvergonzado calumniador, escritor deshonesto, clerófobo” y otros cuantos calificativos por el estilo, que, no obstante, no lograron anular su obra, pues finalmente sus libros han sido objeto de múltiples ediciones.

La exposición tendrá un programa público asociado ‒charlas y talleres‒, cuyo propósito es reflexionar sobre estas preguntas, cuando el flujo de información a través de redes sociales impone nuevas dinámicas en las que las formas de ejercer y percibir la censura tienen también nuevas perspectivas.



Breve historia

Durante la colonia prevaleció la censura previa: todo libro que se fuera a publicar debía contar con aprobación de la corona española y de la iglesia. La traducción e impresión de la “Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano” que hizo Antonio Nariño en 1793 fue uno de los casos más notables del impacto de estas restricciones, pues la publicación le implicó a Nariño, a su impresor y a su defensor, sentencia a prisión, confiscación de bienes y destierro.

Más adelante, en 1821, tras la Independencia, se expidió una ley sobre libertad de imprenta que imponía, sin embargo, ciertas restricciones. Quienes las violaran eran denunciados y llevados a juicio. Para entonces los escritos que atacaran la religión eran considerados subversivos, los que promovieran la perturbación de la tranquilidad pública, sediciosos; los que atentaran contra la moral y la decencia pública, obscenos; y los que vulneraran el honor de una persona, libelos inflamatorios.

Estos delitos de imprenta, que habían dejado de existir en 1851, volvieron a aparecer en 1886, con la expedición de la Constitución Política de Colombia. El método fue la censura represiva, con imposición de multas, arresto de periodistas y suspensión de periódicos. “La historia patria nos enseña que la prensa incendiaria ha precedido siempre a las revoluciones y a las guerras civiles”, decía para entonces Miguel Antonio Caro, uno de los líderes de la Regeneración.

Esa política restrictiva se redujo en 1909 con la caída del gobierno de Rafael Reyes, y regresó a la vida nacional tras el Bogotazo, cuando las autoridades reimplantaron la censura con el objetivo de calmar los ánimos. En 1949 se creó una oficina de censura y un cuerpo de censores que determinaban cuáles informaciones podían o no ser publicadas.