* Criminales mercenarios enfrentan a Putin
* Gobierno desafiado y fracturado su poder
A lo largo de los 23 años de régimen de Vladimir Putin en Rusia se ha denunciado que quienes se atrevieron a cuestionar o a desafiarlo, en el mejor estilo estalinista, tuvieron finales trágicos: largas penas de prisión, expropiación de bienes y en no pocos casos la muerte por envenenamiento o con armas de todo tipo. Es extensa y variada la lista de exaliados, periodistas, activistas y políticos víctimas del gobierno del exagente de la KGB.
En los últimos días le apareció por fin un contendiente de su nivel, Yevgeny Prigozhin, proveniente de las violentas barriadas de San Petersburgo, millonario con la ayuda de Putin como contratista de alimentos y bebidas para el Kremlin y como cabeza de PMC Wagner, una tenebrosa empresa dedicada a reclutar criminales en las cárceles para que combatan como mercenarios en guerras y conflictos que involucran los intereses de Rusia. Rudos, experimentados, sanguinarios, sin límites éticos ni legales en su repertorio, sus hombres acumulan impresionantes resultados en la invasión a Ucrania y en otros escenarios de guerra.
Prigozhin venía cuestionando en los últimos meses al ministro de Defensa Sergei Shoigu y a los altos mandos del ejército ruso por ineficiencia, burocratismo y porque realizaron la invasión de Ucrania con falsos pretextos. También que es constante y grave el robo de municiones y de armas y el desarrollo de todo tipo de negociados con los recursos de la guerra “por los burócratas de Moscú” mientras miles de jóvenes mueren en los campos de batalla.
El enfrentamiento alcanzó su máxima tensión el pasado fin de semana por la decisión del Ministerio de Defensa de acabar su relación con Wagner y contratar directamente a sus integrantes. A todas luces temeraria una medida de esa magnitud contra una fuerza armada, integrada en buena parte por delincuentes -50.000 convictos reclutados solo para la invasión- que han protagonizado masacres y todo tipo de hechos violentos, además de Ucrania, en Siria, Libia, Sudán, República Centroafricana y Mozambique.
La respuesta fue inmediata: tropas de Wagner se tomaron el pasado sábado una base militar en Rostov, sur de Rusia, e iniciaron desde allí una marcha en convoy hacia Moscú. Avanzaron 780 kilómetros, y en el recorrido derribaron seis helicópteros y un avión de comunicaciones militares de Rusia, acciones en las cuales habrían muerto 12 pilotos. Estaban a solo 200 kilómetros de Moscú cuando la intermediación del presidente de Bielorrusia Alexander Lukashenko logró sofocar la rebelión sin nuevos enfrentamientos ni víctimas.
En su primera declaración después de lo sucedido, Prigozhin fue enfático en afirmar que su propósito no era derrocar a Putin sino evitar la destrucción de PMC Wagner y llevar a la justicia “a quienes, a través de sus acciones poco profesionales, han cometido graves errores durante la operación militar en Ucrania”
El tamaño y gravedad de lo sucedido es el mayor desafío que haya enfrentado hasta ahora Putin y tendrá enormes repercusiones. Aglutina y fortalece a los amplios sectores de la sociedad que se oponen a su gobierno y específicamente a la guerra que acumula decenas de miles de víctimas. Puso al descubierto las deficiencia y debilidades del aparato militar y su alejamiento del Kremlin nítidamente reflejado en la pasividad para enfrentar y detener la marcha de los mercenarios. Las fuerzas oficiales no se unieron a la protesta, pero tampoco la enfrentaron. La respuesta al ataque refleja igualmente debilidad e inseguridad en el mando. Lukashenko garantizó refugio a Prigozhin y a los miembros de su ejército que quieran permanecer en Bielorrusia mientras Moscú confirmó que no serán procesados. Y como si fuera poco, lejos de las respuestas drásticas que llegó a anunciar al inicio de la crisis, Putin brinda ahora a los insurrectos la oportunidad de firmar contratos con el Ministerio de Defensa u otras agencias o de “regresar con sus familias y amigos”.
Es palmario que ante la escasez de combatientes experimentados que enfrenta Rusia, la participación de los mercenarios resulta vital. También que la crisis evidencia enormes cuestionamientos a la solidez del control que ejerce Putin sobre el aparato político, militar y criminal que lo mantiene en el poder. Y deja en evidencia ante los ojos del mundo, que lejos del perfil triunfalista que proclama el Kremlin los resultados militares de la guerra rusa en Ucrania son calamitosos en términos de vidas y de sacrificios, y que el aparato militar que lo adelanta recoge y resume muy bien la ineficiencia, corrupción, indolencia y crueldad del hombre que las gobierna.
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