Duque-Biden: un diálogo crucial

* Eje del cambio climático contra las drogas

* Precauciones sobre elecciones en Venezuela

 

La conversación telefónica entre los jefes de Estado de Colombia y Estados Unidos, Iván Duque y Joe Biden, es una buena noticia que demuestra, en primer lugar, la superación del impasse político suscitado a raíz de los conocidos incidentes de la telúrica campaña norteamericana. Vueltas las aguas a la normalidad ahora interesa, en particular, afianzar las relaciones entre los dos aliados cruciales, además, de vieja data.

Efectivamente, la esperada conversación entre los mandatarios se desarrolló en momentos en que los registros demuestran un espiral asombroso de los cultivos ilícitos de hoja de coca en el país y la creciente productividad y comercialización de los alcaloides. Y que, en virtud de la liquidez y los excedentes de capital, a índices exorbitantes y una tasa de retorno casi inmediata, señalan un problema de una magnitud sin precedentes. Por lo cual es indispensable, como lo acordaron los presidentes Duque y Biden, aproximar el problema desde un punto de vista sistémico, pues son demasiados los frentes comprometidos en el combate a las drogas ilícitas. Y es ahí donde, ciertamente, se requiere un punto en común inicial, además de las graves secuelas sobre el orden público y la salud, que pueda revitalizar la estrategia acorde con los nuevos intereses bilaterales y globales.

En ese caso, no solo los dos presidentes, sino el mundo entero, tienen un objetivo prioritario, como debe ser, en la salvaguarda del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, según, además, quedó constancia de la conversación en mención. Bajo esa perspectiva, cuando se sabe que los cultivos ilícitos y el narcotráfico son agentes primordiales y temerarios de la deforestación y que, por ende, inciden ostensiblemente en las variaciones del clima, inclusive a razón de la depredación de más de un millón de hectáreas en los últimos lustros, es dable derivar una estrategia integral a cuenta de impedir los estragos climatológicos a la humanidad entera.

No en vano, de otra parte, el presidente Biden ha tomado, en Estados Unidos, el tema del cambio climático con una seriedad suprema al punto de hacer un plan transversal interno al respecto, con una ingente cantidad de recursos económicos y diferentes aristas. No estaría mal pensar, por tanto, que el combate a las drogas ilícitas quede enmarcado dentro de la misma idea por cuanto, de la misma manera, se está causando un perjuicio infinito al principal activo fijo en el balance orbital, que es el clima. En esa óptica la lucha contra las drogas ilegales no es, pues, un simple problema de oferta y demanda, entre unos productores y unos consumidores, o un flagelo de adicción en el marco de la salud pública, sino un asunto clave quizá de mayor alcance, que incluye la corresponsabilidad con las generaciones futuras y que, a su vez, podría iniciar una verdadera era de rigurosa diplomacia ambiental.

De hecho, es bastante bajo el impacto de Colombia en los índices planetarios de los gases de efecto invernadero. Pero si a estos rubros se sumaran los estragos antedichos en el Catatumbo, el Amazonas y la Orinoquia, las selvas de Putumayo y Nariño, y tantos otros lugares, incluidos los Parques Nacionales, horadando los sumideros naturales de los carbonos y nitratos que morigeran el calentamiento global, muy otra sería la calificación del país.

En el mismo diálogo, de otro lado, el presidente Biden abrió la compuerta para que se lleven a cabo elecciones libres en Venezuela. Un proyecto que, si fuere del caso, exigiría una gran veeduría internacional con capacidad de actuar en tiempo real contra el fraude y que se den los procedimientos electorales e institucionales adecuados, comenzando por el inmediato regreso de los líderes exiliados con todas las garantías. Y que al mismo tiempo se despeje, como condición ineludible, el camino a la libertad de prensa y expresión, principiando por el retorno ipso facto del periódico El Nacional a sus propietarios legítimos.

Todavía más, tendría ante todo que analizarse con sumo rigor si, efectivamente, pueden participar los detentadores del régimen actual de una competencia democrática cuya única precaución eficaz es justo que no se dé el más mínimo asomo a la perpetuación dictatorial. La propia Colombia tendría que proponer esa precaución, so pena de avalar indirectamente la satrapía. Esto porque evidentemente nuestro país tiene un compromiso esencial con los derechos humanos, como también fue tema de la conversación de los mandatarios, a causa de los últimos sucesos del paro y el vandalismo.  

A propósito, hemos dejado para lo último el agradecimiento sincero del país por la donación de millones de vacunas contra el Covid hecha por el presidente Biden. No solo una muestra ineluctable de que la alianza avanza con viento a favor, sino un acto de afecto que enaltece las relaciones colombo-americanas.