EN MOMENTOS en que el Servicio Geológico de Colombia ha cambiado el nivel de alerta del Volcán Nevado del Ruiz de naranja a amarilla, lo que significa la flexibilización de las medidas restrictivas permitiendo el acceso a municipios y zonas cercanas al macizo volcánico, Líbano, Tolima vuelve a ser un destino turístico destacado.
Municipio cultural por excelencia, cuna de escritores y sede de reconocidos músicos y grupos de danza. Su riqueza artesanal se equipará con lo apasionante de su historia en la que se mezcla lo político y lo social sin dejar de lado lo económico, pues en su desarrollo el café ha ocupado un destacado lugar dentro de su producción y modo de vida.
En sus fincas y haciendas se puede respirar el aroma cafetero y a través de sus caminos y senderos recorrer sitios turísticos en los que los paisajes naturales, las comidas típicas y un agradable clima permiten al visitante sentir la naturaleza en todo su esplendor.
Homenaje arquitectónico
Este municipio del norte del Tolima vivió en 1999 un incendio que destruyó gran parte de la riqueza colonial de esta ciudad y construcciones centenarias de la llamada “Calle Real” y del parque municipal fueron devoradas por las llamas, destruyendo de tajo gran parte de la riqueza patrimonial de la ciudad.
Para rendir un homenaje a ese pasado arquitectónico perdido en el incendio, nació “La Ranchita”, una casona cafetera ubicada en el centro del Líbano, a tres cuadras del parque principal. Una construcción típica de esta región, en plena cordillera central de Colombia, colonizada por antioqueños y caldenses que heredaron sus costumbres y tradiciones, pero, sobre todo, el patrimonio arquitectónico de las viviendas coloniales ‘paisas’.
Esta casa permaneció abandonada muchos años, después de haber sido vivienda de varias familias y un asilo de ancianos, hasta que fue adquirida para el proyecto en el que terminó convertida “La Ranchita”. Las obras de reconstrucción y remodelación, a cargo del arquitecto Joaquín Paredes, duraron un año, conservando el diseño original: los pasillos largos y amplios, y el patio gigante en el centro. En la remodelación se incluyeron coloridos pisos artesanales hechos a la medida, con toques mexicanos; un santuario, una fuente de piedra en el patio y una tarima para eventos que tiene, a lado y lado, en la pared, decenas de materas de las que cuelgan plantas y flores de distintos colores, tamaños y formas.
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“Decimos que no somos ni un hotel ni un hostal; mejor, una casa de amigos donde nadie es forastero. No somos un alojamiento convencional. No recibimos huéspedes, sino amigos, que pueden disfrutar de los diferentes espacios de nuestra casa. Se arman charlas muy agradables y los llevamos a conocer los cafés y principales atractivos del pueblo y sus alrededores”, dice José Alberto Mojica, periodista libanense que decidió emprender con este proyecto.
Trabajo conjunto
El proyecto de “La Ranchita” nació en plena pandemia, en octubre del 2020. “Cuando compramos la casa, muchos nos sugirieron que mejor hiciéramos un edificio de apartamentos, para sacarle plata. Pero nosotros queríamos una casa, que fuera nuestro hogar. Pero teníamos claro que debíamos sacarle provecho como un emprendimiento turístico teniendo en cuenta que es una propiedad muy grande: 450 metros cuadrados. Levantamos seis confortables habitaciones con colchones, ropa de cama, toallas y amenities de primera categoría, con televisión, wifi y baño privado con agua caliente”, añadió Mojica.
Vale recordar que su familia perdió una casa colonial de más de 100 años en el incendio de julio de 1999 que arrasó con gran parte de las viviendas de la ‘Calle Real’ y el parque principal. “La Ranchita es un tributo a esa casa que se nos quemó y a todas las casonas típicas de nuestro pueblo, de las que quedan pocas”, afirma Mojica.
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