Nuestro nuevo cardenal

* ​​​​La designación papal a monseñor Rueda Aparicio

* Indeclinable sentido humanista de Iglesia Católica  

 

Colombia continúa siendo uno de los países latinoamericanos con mayor cantidad de habitantes que profesan la religión católica, pese al surgimiento de otras confesiones. Ello explica por qué la Iglesia es una de las instituciones de mayor reconocimiento, capacidad de convocatoria y credibilidad en nuestra nación, al tenor de las encuestas que se hacen periódicamente.

En ese orden de ideas, el anuncio del papa Francisco en torno a que el arzobispo de Bogotá y actual presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Luis José Rueda Aparicio, será ordenado cardenal, se constituye en una muy buena noticia para el país.

Como se sabe, la Iglesia Católica colombiana tiene hoy tres cardenales: monseñor Pedro Rubiano Sáenz, monseñor Rubén Salazar Gómez y monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal. Por su avanzada edad, ninguno de ellos puede votar en los cónclaves en donde se escoge al sumo pontífice. El único que quedaría habilitado para ello sería monseñor Rueda, cuya designación ha sido celebrada por toda la feligresía nacional, que espera con ansia el próximo 30 de septiembre, cuando debe celebrarse el Consistorio para su creación como purpurado, junto a 20 jerarcas más de todo el mundo.

Es innegable que a lo largo de la historia colombiana la institución eclesiástica ha sido portaestandarte indeclinable de la antorcha espiritual de la fe cristiana. La misma que ha servido de guía y consuelo para muchas generaciones en nuestro país. Durante el largo embate de las violencias cruzadas, las crisis sociales, económicas y políticas, así como en las sucesivas tragedias y emergencias como la pandemia, la Iglesia ha sido principal soporte de la atribulada población.

Monseñor Rueda Aparicio es un fiel exponente de esa fuerza doctrinal y espiritual. A lo largo de su carrera vocacional siempre se ha distinguido por su alto sentido humanista, su llamado continuo a dejar atrás el divisionismo, así como un entusiasmo decidido por liderar causas para asistir a las víctimas de la violencia y acompañar a los que sufren, sin importar la contingencia.

De hecho, el designado cardenal es un ejemplo más de la pujanza colombiana. Nacido en un humilde y numeroso hogar de San Gil, en Santander, en donde cursó primaria y bachillerato, antes de ingresar al Seminario fue obrero de la construcción, vendedor de periódico, colaborador en un programa deportivo e incluso operador de laboratorio en una empresa cementera. Esa experiencia vital terminó siendo determinante a lo largo de su preparación vocacional en nuestro país y Roma. Licenciado en Teología Moral, mucho tiempo ha pasado desde que celebró su primera eucaristía, en 1989, en su parroquia natal. Párroco en varios municipios, formador de Seminario, vicario de Pastoral y Episcopal y oficioso académico, recibió su Ordenación Episcopal en 2012. Sería luego arzobispo de Popayán y metropolitano de Bogotá, así como administrador apostólico de la Diócesis de Soacha… Un largo camino que ahora el pontífice argentino premia con la ordenación cardenalicia.

¿Qué significa para la Iglesia colombiana y el país en general la designación de monseñor Rueda Aparicio como purpurado? Al decir de los expertos,  el Vaticano no solo reconoce la vigencia de la cristiandad en nuestra nación, sino que le da la oportunidad de tener voz y voto a la hora de elegir al próximo pontífice. De igual manera, debe destacarse que el papa Francisco ha realizado nueve consistorios en sus diez años y medio de mandato, designando tres purpurados colombianos, de ellos dos eméritos y –ahora– un elector. También hay aquí un espaldarazo a la vocación de la Iglesia colombiana en su trabajo de búsqueda de la reconciliación, la paz, la justicia social y el humanismo.

Visto todo lo anterior se entiende la trascendencia del anuncio papal sobre el prelado colombiano, quien al recibir la noticia no solo se encomendó a Dios, a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá y a San José, sino que dijo asumir esta nueva misión con responsabilidad, alegría, gratitud, humildad y disposición de servir.  “Que cese la guerra, que cese la violencia, que se acaben los secuestros, que podamos trabajar en unidad, que se acaben las polarizaciones y juntos caminemos en fraternidad, que Colombia pueda tener esperanza todos los días”, precisó.