Banco de la República: cien años

* Génesis y desarrollo institucional

* Entidad de todos los colombianos

 

 

Se cumplen y celebran en estos días cien años de haber sido fundado el Banco de la República de Colombia, en 1923. Es pertinente, por tanto, comentar los grandes momentos por los que ha atravesado nuestro Emisor en este primer siglo de vida, puesto que sin duda goza de especial importancia dentro de la trayectoria de las instituciones nacionales y ha sido factor esencial en el desarrollo del país.

Fundado durante el notable gobierno de Pedro Nel Ospina, en el momento mismo en que sobreviene una crisis bancaria con motivo de la quiebra del Banco López y luego de acogerse las recomendaciones iniciales de la misión Kemmerer, podría decirse que la entidad cubre sus primeros años hasta la irrupción del llamado “crac” de la bolsa de Nueva York.

Fueron aquellos años iniciales de relativa tranquilidad en la que el Banco no tuvo un gran protagonismo en la economía colombiana. De acuerdo con los principios de Kemmerer el Emisor había sido creado dentro de los estrictos cánones del patrón oro para organizar la moneda y el sistema bancario y, por ende, la política monetaria que adelantaba en ese entonces era extremadamente pasiva.

Las cosas empezaron a cambiar por las secuelas de la Gran Depresión mundial en el gobierno de Olaya Herrera, a partir de 1930, siendo ministro de Hacienda don Esteban Jaramillo. Todavía se recuerdan sus angustiosos llamados para que el Banco extendiera créditos al gobierno y poder hacer frente al duro e intempestivo impacto económico en nuestro país.

Pero el Emisor, cuyos accionistas eran los bancos privados y su credo el impuesto por Kemmerer dentro de inflexibles principios del patrón oro, lo llevaban tozudamente a negar los pedimentos del sobresaliente ministro de Hacienda. La entidad no le prestaba un peso al gobierno para reactivar la economía. Alguna vez dijo Jaramillo lo siguiente: “en la puerta del Banco de la República se debería fijar un letrero que diga: acá no entran sino los banqueros privados”.

Finalmente, los angustiosos ruegos vinieron a ser atendidos a regañadientes cuando se logró que recibiera las salinas en prenda del primer crédito que le hizo el Emisor al gobierno. Luego, los gastos contracíclicos que acarreó la guerra contra el Perú ayudaron a Colombia a salir de aquella que ha sido la más aguda depresión económica que ha sufrido el país. Posteriormente el Banco volvió a su torre de marfil en la que mandaban como amos y señores sus principales accionistas: los banqueros privados. Y donde el gobierno era un convidado de piedra.

Más tarde, durante la administración de Guillermo León Valencia se presentó un grave desacuerdo entre banqueros y gobierno que llevó a la creación de la Junta Monetaria. La ley le transfirió las funciones monetarias, crediticias y cambiarias que hasta entonces había tenido el Banco a esa nueva institución. La vieja Junta Directiva quedó convertida en un tertuliadero de los banqueros privados, pero el comando de las funciones propias de un Banco Central pasó a ser ejercido por la Junta Monetaria en la que el control total lo tenía el gobierno nacional.

Así se llegó hasta la Constitución del 91, cuando el constituyente rodeó de gran independencia al Banco de la República frente a los gobiernos del turno y actualizó sus funciones, poniéndolas a tono con la corriente generalizada en todo el mundo. “El Banco de la República ejercerá las funciones de banca central- dice el artículo 371 de la Carta- y estará organizado como persona jurídica de derecho público, con autonomía administrativa, patrimonial y técnica, sujeto a un régimen legal propio. Serán funciones básicas del Banco de la República: regular la moneda, los cambios internacionales y el crédito, emitir la moneda legal, administrar las reservas internacionales; ser prestamista de última instancia y banquero de los establecimientos de crédito; y servir como agente fiscal del Gobierno. Todas ellas se ejercerán en coordinación con la política económica general”.

Los colombianos debemos alegrarnos en este primer centenario de nuestro Banco Central. Su trayectoria no ha estado ajena a las peripecias propias de los tiempos. Su independencia frente al gobierno, garantizada por la Constitución del 91, es prenda de que no vamos a despeñarnos por los abismos inflacionarios como ha sucedido a otros países. Y su existencia centenaria que se conmemora esta semana es una de las mejores pruebas de la fortaleza de nuestra institucionalidad económica.