Siempre nos costó mucho trabajo saber cuántos colombianos vivían en Venezuela antes de Chávez, esto es a finales del siglo XX. Cuando emigraron hacia Colombia casi 3 millones desde Venezuela me pregunté cuántos serían colombianos, pero nunca encontré una referencia a ese tema. ¿O todos prefirieron seguir en Venezuela? Sería muy raro. Y valdría la pena estudiar el tema.
Hace algo más de tres años, la ministra de Relaciones Exteriores de España pasó por Colombia y ofreció más de 160 millones de euros para ayudar al manejo de los migrantes venezolanos. La entonces ministra ya no ejerce ese cargo y la oferta fue ilusoria. Creí que habría dinero para realizar estudios, que son muy necesarios para manejar uno de los fenómenos sociales más difíciles de nuestro tiempo.
Es que los enormes disturbios que perturbaron duramente a Francia (desde la noche del 29 de junio al viernes 30), incendios de edificios, de automóviles, de comercios en París y en la provincia, como resultado de la cólera desatada por la muerte de un joven de 17 años, Nahel M., abatido por un policía porque no detuvo la marcha de su automóvil. El episodio, dice un editorial de “Le Monde” (1o. de julio de 2023), no es el primero ni la causa de este evento fatal, sino el resultado de una política migratoria que no ha logrado el éxito que se pretendía.
El tema migratorio está en el orden del día de los países desarrollados y de los países menos desarrollados. Colombia lo vive en ambos sentidos. Millones de colombianos que emigran hacia Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, España, etc., millones ahora de venezolanos que vienen a Colombia y miles que transitan hacia otros países. Son múltiples los asuntos que este fenómeno migratorio plantea: empleo, vivienda, salud, educación, reintegración familiar, envío de dineros a su país de origen, las remesas.
Voy a referirme, una vez más, al importantísimo tema de las remesas. Muy significativo para los países que ‘exportan’ seres humanos. Las cifras son contundentes. Y pensar cómo ayudar inteligentemente al manejo de ese renglón de nuestras exportaciones (así suene duro usar esa expresión) y de los ingresos que recibimos. Casi diez mil millones de dólares para Colombia. Por ejemplo, ¿Cuál es hoy el costo del envío de esas remesas para cada familia? ¿Puede reducirse? Pues en otra columna recordé cómo se había venido disminuyendo. ¿Se podría hacer algo más? En Uganda se pagaba el 6% para recibir la remesa familiar, ahora se ha reducido al 3%. Vale la pena ese cambio. En Pakistán, el volumen de remesas se redujo de 31.3 billones de dólares a 27 billones. ¡Las autoridades de Marruecos están negociando con la Comisión Europea, una directiva sobre el tema de las remesas! El Sunday Times informa que 200 millones de trabajadores migrantes envían 647 billones de dólares a 800 millones de familias en el mundo.
Se trata, pues, de cifras mayores que deben dar lugar a políticas públicas más imaginativas y generosas hacia las familias receptoras. Es que la diáspora está mostrando un poder que merece ser bien considerado. Ya la información al respecto abunda y es muy accesible. Y, como se observa, las iniciativas están proliferando porque hay encuentros de nivel global que propician intercambio de experiencias y que están conformando una especie de movimiento mundial para darle a las remesas un mayor valor en todo sentido. Colombia debe incorporarse a este tipo de foros, para aportar y aprender. Es tan solo una de las dimensiones del tema migratorio. Y ahí debemos estar en forma muy activa.
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