* Previsible caída de la ministra Vélez
* Política tan accidentada como fallida
Ojalá el presidente Petro encuentre la persona adecuada para liderar el ministerio de Minas y Energía, una vez se produjo ayer la cacareada renuncia de Irene Vélez. Esto porque hasta el momento esa cartera ha estado lejos de enfrentar los retos que exige, por ejemplo, el cambio climático y la transición energética.
No se trata, por supuesto, de soportar semejante desafío en conductas y procedimientos inconducentes para lo que verdaderamente se requiere. Es ciertamente un error confundir activismo con pedagogía; formulismos etéreos con estadísticas precisas, y anhelos vaporosos con hojas de ruta irrefutables. Caer de nuevo en una situación de este tipo, dejando de lado los elementos intrínsecos de una cartera cuya base es la ciencia, resultaría un despropósito insostenible.
De hecho, en la carta de dimisión Vélez sostiene, de prólogo a las cuatro páginas en que explica su renuncia, que este es históricamente un sector, además de “patriarcal”, demasiado “tecnocéntrico”. Sobre lo primero podrá fácilmente rebatirse que esa esfera de la nación no haya tenido mujeres de excelsas condiciones científicas, a más de políticas y pedagógicas.
Y lo que tiene menor sentido aún es acusar a la dependencia de Minas y Energía de tener una férrea columna en la tecnocracia. Por supuesto, se trata de eso y no de simplemente recurrir a la retórica insulsa. A partir de un comentario así de Vélez es claro, más bien, que la funcionaria dimitente trató de sacarse el clavo contra quienes la acompañaron en el ministerio y que fueron las voces técnicas discrepantes de episodios tan lamentables como cuando en el Congreso y en el exterior Vélez presentó públicamente informes mendaces sobre las reservas gasíferas del país. Por lo demás, documentos controvertidos por sus auxiliares, entre ellos mujeres de primer orden en experiencia sectorial.
Desde luego, la ministra pudo haberse hecho famosa por su simpática colección de tenis o muy querida al interior del gabinete por su adhesión incondicional al radicalismo gubernamental, pero en la implementación de una política eficiente y sólida en materia minero-energética poco o nada avanzó.
Por el contrario, la salida de Vélez se da en medio de un escenario complicado por los riesgos de apagón en algunas zonas de la Costa Caribe para el segundo semestre, una débil estrategia para enfrentar el fenómeno del Niño, los fallidos intentos para lesionar la autonomía de las comisiones reguladoras de los servicios públicos y los bandazos en materia de regulación de tarifas, hoy convertidas en factor inflacionario principal. De igual forma, hay alta preocupación por el bloqueo y desaceleración de proyectos de energías limpias (por problemas que van desde el licenciamiento hasta protestas de comunidades) así como por los altibajos en la política de combustibles y los mecanismos para subsanar el billonario déficit del fondo de estabilización de precios. También hay debate por la nueva carga tributaria que recayó sobre las iniciativas energéticas limpias, los mensajes gubernamentales confusos sobre el mercado del carbón así como por el freno de mano a proyectos de exploración y explotación de hidrocarburos, lo que ya se tradujo en un retroceso en materia de horizonte nacional de autosuficiencia. A hoy todavía es una incógnita lo relativo a la reactivación de contratos (alternativa puesta sobre la mesa ante la negativa a firmar nuevos), al tiempo que la controvertida intención de importar gas venezolano se terminó evidenciando como una cortina de humo. Finalmente, mientras que ni siquiera se conoce el borrador de la anunciada reforma al Código Minero, es innegable que la minería criminal sigue avante, en tanto muchas empresas legales y autorizadas están bajo el asedio de los violentos…
Paradójicamente, pese a una política minero-energética sin norte y al escándalo que rodeó permanentemente a Vélez (tanto por temas personales como de su cartera), incluso con dos debates de moción de censura en menos de cuatro meses, este sector ha demostrado una alta resiliencia. Prueba de ello es que no solo continúa siendo el principal rubro exportador y generador de divisas e impuestos, sino de atracción de capitales. Así lo evidencia el último reporte de balanza cambiaria del Banco de la República, según el cual junio fue el quinto mes con mayor cantidad de inversión extranjera directa (IED) en Colombia en la historia, al contabilizar 1.728 millones de dólares, con un acumulado semestral de 7.519 millones. De este último monto, petróleo y minería representan el 83,5%, revalidando que pese a los bandazos gubernamentales continúa siendo la actividad clave para la economía colombiana. Ese escenario, que es real y sólido, es el que debería tener en mente el Ejecutivo al escoger al nuevo titular del Ministerio y el timonazo urgente a una política vital pero que ha sido tan accidentada como fallida.
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