Con contadas excepciones se encuentran informes especiales periodísticos tan enriquecedores como el de la última edición de The Economist sobre la situación social, política y económica de la China actual. Recomiendo, por tanto su cuidadosa y deleitada lectura.
Con el temor de dañar cualquier ilusión sobre el lector, más por el contrario y para afincar su lectura, solamente adelantaré estas letras con minucioso cuidado: en la Nación más numerosa del planeta, la segunda economía mundial y una de las culturas más reconocidas y antiguas del mundo bullen sorprendentes y esperanzadores vientos de cambio.
La Revolución de Mao, esa que se autodenominó “cultural” demostró su fracaso a pesar de su enorme éxito militar, represivo y autoritario. La incapacidad política y ética del mundo no pudo evitar el derramamiento de sangre como no pudo con los Castro en Cuba, seguramente por la falta de apego al Estado de Derecho, al amor por el libre mercado, a las libertades públicas y al sistema democrático de gobierno.
Pero una vez demostradas las bondades de la economía de mercado emergió, desde los 80, una clase media, urbana, educada, trabajadora, joven y soñadora que se niega a dejar atrás y olvidar las motivaciones de la marcha de Tiananmén: la libertad sigue gritando silenciosa pero eficazmente ahora de la mano de los burgueses orientales.
La más grande dictadura planetaria, con el partido comunista a la cabeza y con un sistema de libertades públicas negadas a razón de fusil y lava, y a pesar de ser una de las naciones más desiguales e inequitativas del planeta, se asombra y se asusta al ver una nueva clase que demanda cambios, los más naturales y obvios. Que se le respetan las mínimas condiciones ya no digo para comerciar libremente y hacer fortuna sino para poder decidir sobre su propio destino.
Son gentes que han tenido acceso al mundo exterior y saborear las mieles de la libertad propia de los verdaderos estados de derecho arropados por el sistema capitalista; gentes educadas en varios idiomas que no tragan entero, ni tienen la visión exclusiva de un exclusivo y excluyente sistema político y de un comunismo asfixiante.
La masacre del 89 como la imposición de la soberanía a punta de morteros, barrotes y propaganda barata, de fusil y botas y de una inconmensurable represión llevó a que unos pocos comunistas dominaran sin límite y piedad y masacraran cualquiera otra forma de pensamiento. Pero ahora y según ese magnífico informe especial se presagia una contra revolución, ésta mucho más al estilo francés del siglo XVIII.
Twitter: @rpombocajiao
*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI.
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