IN MEMORIAM
Liliana Jaramillo de Laserna

Era mi abuela y mi madrina. Durante mi infancia me consintió mucho por ser su nieta mayor. Era una mujer autónoma, que creía en la igualdad de géneros y que trabajaba en todos los frentes para demostrar todo lo capaz que era. 

Con sus hermanas trató de preservar el legado de su padre Ricardo Jaramillo -quien fue el médico de los pobres en Manizales- y dedicaba por eso mucho de su tiempo a educar niñas de escasos recursos en un colegio. Enseñarles todo para que fueran mujeres que pudieran cambiar la historia, al menos la suya propia o la familiar.

La abuela fue además la impulsora, el apoyo, la confianza; sin ella difícilmente mi abuelo habría logrado tanto. Sin ella José Luis, su segundo esposo no habría sido tan feliz. Ella siempre estuvo ahí, visible como era, pero discreta y prudente. Inteligente y culta. Siempre opinando, diciendo, ejecutando y dejando que otros se llevarán el brillo. Porque lo tuyo abuela, era que las cosas sucedieran. Dar espacio para lo grande.

Te recuerdo con tus botas negras controlando el ordeño de las vacas. Te veo esplendorosa, como eras, arreglada como una princesa. Te admiraba por la mezcla de tu historia paisa, sencilla y austera, y tu deseo de conocerlo todo y amarlo todo; porque el mundo podía ser tuyo. 

Tal vez lo que más recuerdo del tiempo con mi abuela era su compromiso con Colombia. Palomita, me preguntaba antes de dormirnos, ¿Qué vas a hacer tú por Colombia? Yo era pequeña y apenas si se me ocurrían respuestas. Pasaba de lo más grande a lo más pequeño. Del análisis de los problemas que habíamos discutido juntas a las fantasías sobre las transformaciones totales. Nunca le contesté, y ella me insistía que debía prepararme, ir pensándolo. Avanzar en hacerme persona, que lo demás llegaría por añadidura,  decía. 

"Hacerme persona" era la fórmula con la que insistía en educarme: era la combinación de conocimiento, los valores éticos y morales, era la tolerancia por lo diverso, la comprensión de los equilibrios, la compasión por lo que sufre, la valoración de lo que es frágil, el aprecio por lo bello... 

Abuela, hacer algo por Colombia, hacerme persona; esos fueron tus pedidos en lo que los que sigo trabajando. 

Ojalá te hayas ido, como dijo Borges, a un lugar con menos galerías y menos puertas. Ojalá en el paraíso puedas ver que la vida además de esfuerzos que te exigió, deja en tu sendero el amor por todo lo que representas, y del triunfo de quienes fueron alentados por ti. Esas simples palabras son para dejar el testimonio de lo que has sido: ejemplo y soporte, belleza y estoicismo, mujer, madre, abuela y pixabuela, pero sobretodo un extraordinario ser humano que tuvo que enfrentar los más duros retos de la vida y sin embargo, tuvo la fuerza para mantenerse en pie. Esa última pena que hirió tu corazón definitivamente, la pérdida de Juan Mario, se alivió ya, pues él te esperaba con sus brazos extendidos. Vuela abuela, vuela liviana, como dijo Nadino "morir es alzar el vuelo sin alas, sin ojos, sin cuerpo".