La razón del sexo (III)

En los anteriores escritos, con este título, se expuso que la sexualidad es mucho más que el funcionamiento de los órganos genitales. Las diferencias sexuales –masculinas - femeninas– no solo existen entre los órganos sexuales, estas llegan a lo más profundo de nuestra especie y se manifiestan en dos modos de enfrentar sus vidas: sensibilidad; modo de situarse y comportarse ante la vida; modo de pensar. Sin que alguno sea mejor que el otro: son distintos. Diferencias fundamentales, necesarias, que revelan que la sexualidad afecta a todos, hasta lo más profundo (XX, XY). Tema que no se puede tratar superficialmente. 

La sexualidad, esporádica, sin contexto debido, movida, únicamente, por el deseo de placer o ansiedad, no tiene sentido y, produce insatisfacción de una experiencia vacía. Porque el sexo, esa realidad tan rica, debe prometer, siempre, algo más profundo. Y usado a la ligera, sin soporte racional, solo proporciona satisfacción efímera y, a la larga, frustración.      

 Créanlo o no, el sexo no es solo fisiología, cuerpo, sino también: sentimientos, emociones, amor, cariño, desprendimiento, compartir intimidad, inteligencia; da lugar a nuevas vidas: amarlas, educarlas… Es como una pirámide de realidades, de bienes, donde lo fisiológico -lo corporal- ocupa la base: la sexualidad madura requiere la integración de todos los aspectos humanos. Y las diferencias sexuales, hombre - mujer, tienen una misteriosa complementariedad, que va mucho más allá: el hombre busca –a veces sin saberlo– en la mujer: delicadeza, ternura, belleza, amor a los detalles, comprensión, paciencia. La mujer espera del hombre decisión, seguridad, fortaleza, acogida…, no se trata de falencias de uno y otro, se trata de las cualidades sobresalientes de uno y del otro.

Por eso, en el enamoramiento, hay sorpresa, descubrimiento de dimensiones humanas insospechadas y anheladas. Así, el sexo es mucho más que usar los órganos sexuales a la topa tolondra. Ahora, el deslumbramiento, enamorarse, es de toda la persona, no de sus atractivos sexuales: sentimientos, afecto, amor. Lo íntimo de una persona no son sus órganos sexuales. Lo íntimo de una persona es, sobre todo, sus experiencias, sus sentimientos, sus ideales, sus sueños, sus aspiraciones, sus valores: eso es lo que se desea compartir en una relación. Claramente, el hombre es capaz de darse por la razón: dominarse y controlar sus impulsos. Y así, cuando se llega a una verdadera relación personal entre hombre y mujer, eso es lo que se comparte.

Naturalmente, en la vida social se crean toda clase de relaciones entre hombre y mujer, donde no se presentan impulsos desordenados, por llamativos que sean para uno y otro. Pero, cuando estos crean una amistad especial, se interesan en llegar a lo que otro siente, piensa y desea; quieren compartir inquietudes y anhelos; cuando se valora y se busca esta amistad íntima, como exclusiva, se está hablando de sexualidad integral. Así, este enamoramiento correspondido crea un pacto, correspondido, y si se comprometen a cumplirlo de manera estable, surge el matrimonio: se crea un hogar, se crea una familia. Y la sexualidad humana se integra en una rica y completa relación de personas y la función biológica de la fecundidad se inserta en una institución natural. (Artículo de extractos de: Moral El arte de Vivir, J.L. Lorda)