Luces y sombras: Asia (III)

Dando un paso más en ese ambiente que nos da la historia de “luces y sombras”, continuando en Asia en el pequeño país Israel con su prolongación al Cristianismo, surgido en las entrañas de ese pueblo, con Jesucristo, recordaremos los detalles de su vida oculta en Nazaret (Lc. 2,51), y el paso a vida pública con el ayuno de 40 días en el desierto y las Tentaciones del demonio (Mt. 4,1-11). 

Sigue el Bautismo de Jesús por Juan (Mt. 3,13-17), la escogencia de primeros discípulos y Apóstoles (Mt.4,18-21; Mc. 3,13-19), encontrándonos, enseguida, con la manifestación de su poder divino en las Bodas de las Caná (Jn.2,1-12) y la proclamación de las Bienaventuranzas, algo central de su mensaje evangélico (Mt.5,3-12).  Hallamos, pronto, el trascendental momento en que Jesús acepta la proclamación de Simón Pedro de: “Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. A ello responde aceptando la afirmación, y ubicando a Pedro a la cabeza de su Iglesia: “Bienaventurado eres Simón Pedro”, pues no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Pasó, así, al inicio de la conformación de su Iglesia, sobre la base de Simón, a quien dice: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia” (Mt. 16,13-19). Momento trascendental, además, cuando Jesús afirmó su “poder de perdonar pecados”, algo que hace como prueba y signo de su divinidad (Mt. 9,2 a 8 y Jn.20, 22-23). 

De destacar el modelo de Oración al Padre, síntesis de toda su oración, entregada a sus discípulos (Mt. 6,9-13 Lc. 11,2-4), al igual su Transfiguración en el Tabor, en diálogo con Moisés y Elías (Mt. 17 1-9), en donde manifestó su divinidad, como preparación para ese momento de tan manifiesta humanidad en su Oración en el Huerto, víspera de su pasión (Mt. 26, 36-46).

Son, significativos en la historia de Jesús Su entrada Triunfal a Jerusalén, en medio de la indignación de los dirigentes del pueblo, y la echada a latigazos de los profanadores del Templo, momentos cruciales que dispusieron para los gritos de muerte en contra de Él. Viene su última Cena y Celebración de la Pascua, con lavatorio de los pies a sus discípulos (Jn.13,2-11), “como lección de servicio y humildad”.  Además, avanzó, en la Cena, en la cual convierte el pan y el vino en su cuerpo y sangre, y se los da a comer y beber, diciendo, luego: “Hagan esto en memoria mía” (Lc.22,19-20). Instituye, así, la Eucaristía, como comida de su cuerpo y bebida de su sangre, e instituye el Sacerdocio, al estilo del de Melquisedec (Gen. 14, 7-24), con rito de pan y vino (Lc.22,14-22). 

Avanza, luego, hacia el Huerto de los Olivos (Mt.26,36), y su entrega a quienes lo iban a apresar, con reacción de Pedro en su defensa, y su desautorización (Mt. 26,51-57), y prendimiento (Lc.22. 47-54). Es llevado ante el Sanedrín Judío, de donde lo pasan al Gobernador Pilatos (Mt. 27,2), éste lo envía a Herodes (Lc.27,12). Al “no hallar delito que mereciera la muerte”, decide Pilatos darle “un escarmiento, y soltarlo” (Lc. 23,22). Con subsiguiente griterío de los directivos del pueblo judío, y entrega a ellos de Jesús para que lo crucificaran (Lc. 23,25 y Mt. 27,26), precedida del cobarde y doloso lavado de manos del Gobernante romano (Mt.27,24), que entregaba a un inocente a la muerte.  

*Obispo Emérito de Garzón

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