* El doping separatista
* Encrucijada del Partido Popular
La democracia en España cada vez se torna más extraña. Podría fácilmente decirse, de acuerdo con los resultados electorales de este domingo, que el que gana pierde y el que pierde gana. En efecto, el Partido Popular, de centro-derecha, se apuntó una victoria de 136 curules, pero con sabor a derrota. Le ganó, sí, al Partido Socialista (122 escaños), convirtiéndose en la colectividad mayoritaria de la Península, no obstante, con muy pocas posibilidades de hacer gobierno (mínimo 176 curules) por gracia de no contar con los afectos de los minoritarios partidos independentistas vascos y catalanes.
De hecho, con el doping de estos, los socialistas se irán de bruces para satisfacer todas sus demandas, aún las más disparatadas, para lograr una precaria coalición que les permita continuar en la Moncloa a pesar de su minoría evidente y a riesgo de la profundización separatista. Y con ello, asimismo, la España unitaria, incluso con los fueros de épocas vernáculas en Cataluña y el País Vasco, ha quedado en entredicho, todavía en mayor medida que en otras etapas de su compleja y nutrida historia.
De suyo, las instituciones contemporáneas, devenidas de la transición a la democracia, se mantienen en tela de juicio, puesto que no se sabe si prevalecerán o qué tan estropeadas quedarán en medio de la feria parlamentaria que se avecina. A estas alturas resulta, pues, increíble tener que remontarse a la Marca Hispánica, de Carlomagno; a la génesis y desarrollo de Vasconia; a las decisiones forales a través de las centurias; inclusive a tener que volver sobre si más recientemente los acuerdos autonómicos, a la salida de la dictadura de Franco, quedaron bien logrados y merecen continuar.
De otra parte, en estas elecciones las políticas identitarias, demagógicas y afincadas en el odio del Partido Socialista fueron derrotadas en toda la línea. Por eso el Partido Popular, no solo ganó en las urnas, tanto por la votación general como por el número de curules, sino que triunfó en la inmensa mayoría de provincias y distritos electorales, como puede constatarse del mapa teñido de azul, confirmando a su vez los recientes resultados de las elecciones autonómicas (regionales). No en vano los “populares” sumaron más de tres millones de votos frente a igual jornada de 2019, además superando a los socialistas por una suma considerable, y consiguieron 47 curules adicionales mientras que los otros quedaron en su plata, incluso, salvando la papeleta en buena parte por la subida en Cataluña. Bajo este panorama resulta claro que el Partido Popular es la fuerza política que, en términos de los dos partidos tradicionales, representa a las mayorías españolas.
Por su lado, el segundo pleito electoral entre los ultras de derecha (Vox) y de izquierda (Sumar), quedó empatada con 33 y 31 curules respectivamente. Aunque, a decir verdad, el derechismo de Vox sufrió un agudo descalabro al perder casi una veintena de cupos en el Congreso. En tal sentido, esto significa que la adhesión a este tipo de consignas derechistas radicales, alejadas de la centro-derecha, han venido perdiendo relevancia electoral en España. Inclusive puede decirse que cierta cercanía durante la campaña del Partido Popular con Vox, utilizada de estrategia por los socialistas contra los conservadores, despertando temores electorales, les dio resultado para minar las fuerzas centristas de la derecha. Es sabido, de todos modos, que Vox estaría en una coalición con el Partido Popular para hacer gobierno, lo mismo que Sumar con el Partido Socialista en lo que se autodenomina el “progresismo” y que, como se dijo, fue derrotado. Basta con adicionar las fuerzas de ambos bandos (169 y 153 curules).
Como se observa, pues, las posibilidades de hacer gobierno radican en lo que hagan los partidos independentistas de Cataluña y el País Vasco, con ex etarras incluidos (Bildu). Y que, como se presume, profundizarán sus apuestas separatistas, aunque también se sabe que al interior de sus regiones la pugna entre algunos de ellos está al rojo vivo. Las curules que estos puedan aportar para llegar al umbral mayoritario son entonces definitivas, no importando que se cocine un extraño gobierno en el que las minorías son las que ganan y las mayorías se desconocen. España ha quedado en manos de ellos, salvo que “populares” y socialistas entraran por la senda de la sensatez en un gobierno compartido o alguna cohabitación acordada. Seguramente un “pensamiento con el deseo” mientras la Península se asoma al abismo. Aunque, claro, la única lección de esta jornada, además del estruendoso fracaso de las encuestas, es que en política nunca está nada dicho.
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