ATANDO CABOS
Elecciones generales en España: la constancia de la derecha

Archivo Europa Press

Una primera apreciación como resultado de las votaciones de este pasado domingo 23 de julio, en España, enfatizaría lo que es un frenazo a las fuerzas de ultraderecha representadas por el partido Vox.  En efecto, esta agrupación pasó de tener 52 diputados en 2019, a 33 en la actualidad. Se trata de una pérdida de 19 posiciones parlamentarias; en términos de votos, se traduciría en una merma de casi 600,000 sufragios.

Esta caída no obstante es relativa. Vox, liderado por Santiago Abascal, aún constituye la nada despreciable condición de ser la tercera fuerza política en España.  Es evidente que contrasta esta caída con el ascenso y consolidación que las fuerzas en el extremo conservador están mostrando en otros países europeos. Nótese que en algunos países del Viejo Continente lideran gobiernos. 

Los países más emblemáticos con presencia importante de los extremo-derechistas europeos serían: Polonia, Italia, República Checa, Hungría, además de cuotas muy importantes de poder en Finlandia y Suecia. En todos estos países los planteamientos generales de los grupos conservadores han enfrentado lo que una vez fue la “marea rosada”, con las agrupaciones social-demócratas a la cabeza. 

Muchas de las convicciones presentadas por los derechistas extremos se concentran en los desafíos, la animadversión, a la modalidad de gobierno basada en el Estado de Bienestar en general, y europeo en particular. 

Este último, un modelo cuyos orígenes se pueden rastrear incluso en los procesos de unificación alemana, ubicada desde el 18 de agosto de 1866 hasta la proclamación del imperio alemán, el 18 de enero de 1871. O bien un poco más temprano, en el largo recorrido de la unificación italiana: 1848 a 1871.

Partidos del extremo conservador, como Vox en España, se presentan además como adalides intransigentes contra todo lo que tenga sospecha de migración. Es legendaria incluso la situación de actos violentos anti-inmigración, en especial en Europa del Este. Son negacionistas del calentamiento global y por lo general de la violencia de género.

Como se reconoce, las posiciones extremas -tanto de derecha como de izquierda- muchas veces tienden a consolidar lo que serían sus “mercados cautivos”, grupos cerrados y fieles entre el electorado.  Sin embargo, una repercusión de esto es la pérdida o generación consensuada de posiciones de centro político, donde se concentra buena parte de la población. Nótese, relacionado con esto que en España, en estas últimas elecciones, la abstención fue relativamente baja, con tan sólo un 30%.



Otro factor que influyó, tal y como lo señala con detalle la BBC, desde Londres, es el conjunto de condicionantes locales y regionales en España. En algunos lugares, de manera hostil o abiertamente violenta, se censuraron a grupos de izquierda, alternativos, obras de teatro y manifestaciones espontáneas en calles y plazas. 

Testigos directos hacen ver que estos ataques fueron llevados a cabo por integrantes de Vox y en muchos casos aliados o activistas del Partido Popular (PP); cuya agrupación política resultó con mayor número de votos. Según algunos analistas, una repercusión de todo esto fue el presagio de lo que podría ser un gobierno español encabezado por estas fuerzas conservadoras.

Esos elementos del proceso electoral del pasado domingo 23 de julio en España configuraron una dinámica en el cual los votantes conservadores, unidos a quienes se oponen al gobierno de Pedro Sánchez -del Partido Socialista Obrero Español (PSOE)- optaron evidentemente por favorecer a los conservadores del PP. 

Por otra parte, el voto útil y de temor ante Vox, se decantó por favorecer a las fuerzas oficialistas y de la coalición Sumar.

Otro elemento a destacar es que las condiciones españolas no contaron tanto con el rechazo que muchos europeos sienten, ante lo que estiman son sacrificios excesivos que piden los gobiernos en función de bienes públicos; ejemplo: el medio-ambiente. Véase que esto sí se evidencia en Alemania, país en el cual los partidos del extremo conservador -Alternativa para Alemania (AFD)- constituyen la segunda fuerza política aventajando incluso al partido social-demócrata; situación que contrasta con lo ocurrido últimamente en España.

Podrá sonar curioso que el partido más votado, PP, no pueda casi inmediatamente ser la fuerza política que encabezará el poder Ejecutivo. Esto es parte de los rasgos de regímenes parlamentarios.  En ellos, el Jefe del Gobierno, el Primer Ministro, es electo por las fuerzas que -en solitario o coalición- dominan el Congreso. 

Tiene mayor posibilidad el PSOE de formar gobierno, dada la conformación de partidos políticos en el nuevo parlamento.  Es de recordar en este punto, que en España aún persiste la monarquía con todas las condiciones, rasgos culturales, históricos y polémicas que esto implica –véase el caso del “rey emérito”, quien desde hace años exiliado voluntariamente en Emiratos Árabes Unidos realizó esta semana una visita de tres días a su país natal-. 

Con todo, establecer consensos cuando no hay una fuerza hegemónica parlamentaria es parte de la dinámica de un régimen democrático, en el cual se acepta el dominio de las mayorías, pero esto se lleva a cabo en un escenario de protección de los derechos de las representaciones minoritarias.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario

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