EL FOLCLOR colombiano celebra esta semana el nacimiento de “La Cacica” Consuelo Araújo Noguera, una mujer aguerrida, emprendedora y visionaria que le dio categoría y nivel al vallenato dejándole a la región la mejor herencia musical. Este martes se conmemoran 83 años del natalicio de la fundadora del Festival de la Leyenda Vallenata.
No solo abanderó el nacimiento en 1968 del Festival de la Leyenda Vallenata, al lado del expresidente Alfonso López Michelsen y del Maestro Rafael Escalona, sino que dejó para la historia su gran tesis laureada sobre los orígenes y fundamentos de la música vallenata al escribir su libro “Vallenatología”. (Ediciones Tercer Mundo 1973). Después salieron dos ediciones más del libro en los años 2002 (Trilogía Vallenata) y 2017.
“La Cacica” fue clave para que hoy la música vallenata sea conocida en todo el mundo. Consuelo Araújo Noguera ejerció como ministra de Cultura del 18 de julio de 2000 hasta el 2 de marzo de 2001, cumpliría 83 años, pero la violencia el sábado 29 de septiembre de 2001, la separó de los suyos dejando, como dice la canción que más le gustaba, “Una honda herida”.
“Consuelo fue una mujer ungida por Dios. Su vida y su obra serán un ejemplo de generación en generación. Ella tuvo grandes alegrías, triunfos maravillosos y también sufrimientos que le arrancaron la vida. Consuelo fue una mujer virtuosa que se entregó a la causa de la música vallenata escribiendo un maravilloso libro, y supo darle la altura necesaria a este bello folclor que hoy recorre el mundo”, expresó el sacerdote Enrique Iceda.
El acordeón
Respecto al libro, cuya investigación duró más de 10 años, Consuelo Araújo Noguera al publicarlo, indicó. “Se acepta como verdad común que los primeros acordeones ingresaron al país por vía de Riohacha, en manos de marinos europeos, más posiblemente alemanes o italianos que españoles. Se basa esta apreciación en el comprobado origen del instrumento inventado por Cyrill Demian (1772-1847) en el año de 1829, esto es 337 años después del descubrimiento de América”.
Seguidamente hizo una anotación sobre el porqué no se quedó el acordeón en la capital de La Guajira. “Cuando los acordeones llegaron a la Alta Guajira, presumiblemente a mediados del siglo pasado (1850 o 1854), ya los guajiros contaban con sus propios medios de expresión musical y, por lo tanto, es probable que rechazaron un instrumento foráneo como el acordeón, el cual siguió su paso hacía otras regiones como las que ahora se llaman media y baja Guajira, y más concretamente hacía la provincia de Valledupar donde se asentó y se quedó definitivamente”.
Consuelo Araújo Noguera también citó en su libro a los primeros acordeoneros que tuvo esta amplia zona del país y en su orden aparecen: José León Carrillo, Cristóbal Lúquez, Abraham Maestre, Agustín Montero, Francisco Moscote (Francisco El Hombre), Eusebio Zequeira, Ramón Zuleta, Fortunato ‘Fruto’ Peñaranda, Francisco ‘Chico’ Sarmiento, Luis Pitre, Francisco ‘Chico’ Bolaño, Juancito López, Fortunato Fernández, Fulgencio Martínez, Juan Muñoz, Eusebio ‘El Negro’ Ayala, Francisco ‘Pacho’ Rada y Carlos Araque. “A partir de aquí comienza la generación de los costumbristas que tuvo sus precursores en Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales”.
En la última página de su libro publicado hace 50 años, y donde narra en detalle el nacimiento de la música vallenata expresó: “Del vallenato bien puede decirse que, como la Santísima Trinidad (Tres personas distintas y un solo Dios verdadero), es también uno solo verdadero, donde quiera que nazca y se mantenga. Y, cuando digo nazca, empleo la palabra más apropiada, tal vez la única exacta, para aplicar a los cantos vallenatos, porque ahora con el auge y renombre que ha adquirido nuestra música, están proliferando ‒con la abundancia de la verdolaga en tiempos de invierno‒ los “fabricantes” de vallenatos que los preparan, los trazan, los cortan y los manufacturan hasta por encargo. Estos no son vallenatos”.
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“El vallenato nace, brota, surge, viene corriendo incontenible a través de la inspiración, llega a los labios del afortunado que la posee (…). Y salta. Después sin que nadie se haya preocupado de encerrarlo entre unas letras y un papel, sin que su mismo autor piense que debe perpetuarse, penetra y se queda para siempre convertido por derecho propio en parte esencial de nuestra mejor riqueza anímica”, refirió en el texto.
Sentido de pertenencia
“La Cacica” fue muy celosa con la música vallenata a la que defendió a capa y espada en distintos escenarios, incluso cuando fue ministra de Cultura afirmó: “Yo quiero que se mantenga viva y perenne la lámpara votiva de la fe en nuestra música vallenata, en nuestros valores, en nuestro sentido de pertenencia para que cuando pasen los años podamos decirle a Valledupar como Gustavo Gutiérrez Cabello: Rumores de viejas voces, de tu ambiente regional, no dejes que otros te cambien, el sentido musical”.
Así mismo quedó el registro de las palabras del expresidente de Colombia Andrés Pastrana: “Nadie como ella amó el vallenato; nadie como ella lo estudió con tanta dedicación ni lo difundió con tanta pasión por el mundo entero. Por eso su legado, es un legado histórico que estamos en la obligación de rescatar como la más bella herencia de una mujer para su pueblo. Su libro ‘Vallenatología’ es, sin ninguna exageración, la verdadera Biblia del Vallenato. En sus páginas sentimos como si se escaparan las notas infinitas del acordeón, como si nos llegara el aroma de mango de Valledupar, como si nos envolvieron el calor de la Sabana o los sonidos ocultos de la Sierra Nevada”.
El tiempo sigue avanzando y el nombre de Consuelo Araújo Noguera quedó enmarcado en Valledupar, por su valiosa gesta folclórica y por haber dejado el primer libro sobre música vallenata. En esa obra se explica en detalle sobre las gestas de los juglares y sus hazañas victoriosas con un acordeón, una caja, una guacharaca, versos y cantos de las realidades cotidianas que giraban a su alrededor.
En la lápida de su tumba se leerá el epitafio: “Aquí yace Consuelo Araújo Noguera, de pie como vivió su vida” y, además, se recordará la frase escrita por el periodista Juan Gossaín: “Consuelo es irrepetible. A ella, como dicen los campesinos de mi tierra, la parieron y después rompieron el molde”.
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