UN AGRICULTOR israelí ajusta el tubo de regadío enrollado alrededor de una palmera al norte de la calurosa ciudad israelí de Eilat, un popular destino turístico situado entre el mar Rojo y el desierto.
El agua rica en minerales que fluye por el estrecho tubo de plástico y nutre los dátiles de las palmeras es una mezcla de aguas subterráneas y aguas residuales recicladas en la estación de depuración local.
"Todas las aguas residuales de Eilat son tratadas", declaró Arik Ashkenazi, jefe de ingeniería en Ein Netafim, una planta local de gestión y saneamiento de las aguas en una visita al palmeral.
Estas pasan a través de depósitos y contenedores que eliminan los sólidos y las sustancias tóxicas.
El agua potable de esta ciudad en el extremo sur de Israel, que carece de fuentes de agua dulce, es una combinación de agua subterránea y de agua marina desalada.
Las aguas usadas, empleadas con fines domésticos, son tratadas para después transferir "hasta la última gota" a los agricultores, afirma Ashkenazi. Esto permite sostener una floreciente industria agrícola en esta región árida.
Luego estas se mezclan con las aguas subterráneas y se utilizan en las plantaciones de árboles que se extienden sobre varios kilómetros al norte de la ciudad, explica.
En un momento en que el cambio climático impacta la gestión del agua en todo el planeta, esta técnica de Eilat representa un prototipo para Israel y otros lugares.
Según la ONU, más de 2.000 millones de personas en el mundo carecen de acceso a agua potable. Las inundaciones y las sequías provocadas por el cambio climático agravan la situación.
Sin embargo, un "80% de las aguas usadas en el mundo vuelven al ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas", según los datos del departamento de asuntos económicos y sociales de la ONU.
"Fuente de paz"
En Israel, el 90% de las aguas usadas tratadas se destinan a la agricultura, declara Yossi Yaacoby, vicepresidente de Mekorot, la empresa nacional de gestión del agua.
Israel empezó a reciclar sus aguas usadas después de constatar que sus fuentes hídricas (subterráneas y el lago Tiberíades en el norte, la principal reserva del país) eran insuficientes para responder a las necesidades crecientes de la población, explica.
"Esto ya no nos bastaba. Empezamos desalando agua de mar" en Eilat desde 1997, y después en el Mediterráneo, declara este responsable desde la sede de Mekorot en Tel Aviv.
El agua desalada constituye hoy en día "entre el 60 y el 80% del agua potable de Israel".
En los años 1960, la construcción de un canal para llevar el agua del lago Tiberíades, también conocido como mar de Galilea, a zonas más secas y más pobladas del país provocó tensiones e incluso intercambio de disparos con la vecina Siria.
Desde la guerra de 1967, Israel ocupa los altos del Golán sirios, una zona rica en agua que domina el mar de Galilea.
"El agua era una fuente de conflictos", declara Yaacoby. Actualmente, "Israel entiende que el agua es una fuente de paz" y la suministra a sus vecinos.
"Suministramos a los jordanos 100 millones de metros cúbicos y una cantidad similar a los palestinos, principalmente en Cisjordania y en pequeñas cantidades a Gaza", afirma. "Y esto va a aumentar", agrega.
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"Pagar"
Israel es un país caluroso y seco, pero las nuevas tecnologías que ha desarrollado le han permitido reducir el coste de desalar el agua marina y le han permitido revender este recurso.
Con la creciente inestabilidad climática, el aumento de población y la disminución de recursos, este conocimiento de Israel se exporta más allá de Oriente Medio.
"El mundo atraviesa una crisis enorme", declara Yaacoby.
"Desde su creación, Israel ha entendido que el agua era un recurso escaso", afirma. Ahora dispone "de una vasta reserva de conocimientos acumulados a lo largo de los años sobre la gestión de las fuentes hídricas" y "desarrolla constantemente tecnologías" en este campo.
Para Clive Lipchin, experto en gestión del agua del Instituto Arava (sur de Israel), la imprevisibilidad creciente debida al cambio climático debe incitar "a todo el mundo" a contemplar el uso "de aguas no convencionales", como desalar agua marina o depurar aguas residuales.
Pero estas técnicas no bastan. También es necesario cambiar las mentalidades e implementar políticas para evitar su despilfarro.
"Es un derecho fundamental, pero no puede ser un bien gratuito. La gente debe pagar" para evitar el derroche de este recurso, defiende. /AFP
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