*Derecha y centro-derecha pican en punta
*¿Logrará afianzarse el fenómeno Milei?
Desde hace ya muchos años no deja de sorprender la decadencia de la Argentina, después de haber sido uno de los países bandera del mundo. Hace una centuria se daba por descontado que el país austral representaba la vanguardia de América Latina, tanto en sus aspectos políticos como económicos, para no hablar de la avanzada cultural, urbanística y deportiva. De eso queda muy poco, al menos frente a la política y la economía, puesto que el peronismo, en tantos mandatos sucesivos, se adueñó hasta del último resquicio del devenir argentino por cualquiera de los dos flancos de aquella insignia política contradictoria. Aparentemente hasta hoy.
En efecto, las elecciones intrapartidistas de anteayer han puesto de presente que es posible salir de esa encrucijada histórica y pasar la página de tan larga trayectoria política sin ningún tipo de oxigenación a la vista. En ese orden de ideas, ocurridas las primarias para la jornada presidencial de octubre es muy probable que Javier Milei, hasta hace un par de años un desconocido de origen libertario, pueda clasificar a la segunda vuelta (a realizarse en noviembre) tras lograr la mayor votación (de carácter obligatorio) en este tanteo electoral inicial entre las diversas colectividades. Ciertamente, contra todos los vaticinios de las encuestas, el llamado candidato de ultraderecha dejó en segunda posición a la centro-derecha, llamada al recambio, y de tercera en el podio a la centro-izquierda, disminuida a razón del estruendoso fiasco gubernamental y la antigua y nociva telenovela de los Kirchner, en retirada fingida.
No en vano, hoy Argentina, aparte del campeonato mundial de fútbol, también goza de la presea universal de la inflación (116%), salvo por países que han adquirido carta de inviabilidad como Venezuela. Igualmente, mantiene un Banco Central que ha sido a todas luces incapaz de enfrentar el fenómeno inflacionario y ha recurrido a perniciosas y constantes emisiones. Por su parte, las tasas de interés, no más ayer, fueron incrementadas en un 21% para un global de 118%. Al mismo tiempo, tras el evento electoral, se produjo otro cimbronazo estrambótico en la tasa de cambio, generando una devaluación abismal, sumando otro 20% de un solo impacto. De este modo, el mercado negro del dólar permanece a la orden del día, obligando a que la gente opere por fuera de la intrincada red de controles que, en esas condiciones, no sirven de mayor cosa. Mientras, asimismo, la gigantesca carga tributaria ha drenado sin remedio a las empresas, intimando al desierto inversionista, además propiciando a más no poder la fuga de capitales y el éxodo. En ese panorama, es de admirarse como Argentina aun sobrevive, será quizá por su extraordinaria riqueza que los políticos gastan a topas y mochas, sin ortodoxia alguna, como si fuera perenne e inagotable. Y que, no sin sorpresa, también permite sufragar el endeudamiento colosal a punta de refinanciaciones gigantescas y negociaciones asombrosas con la banca multilateral: un país al debe ad infinitum.
En esas condiciones, era de esperarse que surgiera una figura como la de Milei, de 52 años, economista doctorado, pues tanto va el cántaro a la fuente que al final se revienta. Su grito de liberación, comenzando por “dinamitar” el Banco Central, abrir de par en par las compuertas del libre mercado, disminuir drásticamente el Estado, dolarizar la economía y acudir a un plan económico con “motosierra”, caló a fondo. Al igual que dar la “batalla cultural”, permitir el libre porte de armas, prohibir el aborto y abrir la oferta y demanda de órganos humanos. Todo ello bajo el lema de “¡Viva la libertad, carajo!” y con una personalidad llamativa y acaso desconcertante: soltero, sin hijos, íntimo de su hermana menor, vive con cinco mastines a los que adora. Entre muchas otras curiosidades cuenta también con haber sido arquero del Chacarita Juniors, fanático de los Rolling Stones, solo hablar bien de Menem entre los infinitos insultos a la “casta política” y mantener el trofeo de no haberse peinado su intrincada melena desde que era adolescente. Será por eso que dice: “No vine acá para guiar corderos, vine para despertar leones”. Fuere lo que sea, y muy del tenor argentino, Milei ha logrado eso que en el país hermano es vital: lograr la deificación popular.
No obstante, le pisa los talones la líder de la centro-derecha, la exministra de seguridad, Patricia Bullrich, de 67 años, que ha prometido mano dura y sufrió un descalabro por las pugnas internas. “Todo o nada”, dice, contra el intervencionismo del Estado y un plan para enfrentar la crisis. En cierto sentido, es la Meloni argentina. Si son estas dos figuras las que pasen al balotaje, tras las elecciones de octubre, es probable que la disputa radique en qué tipo de derecha gobernará Argentina. Sin que tampoco la centro-izquierda pueda darse por muerta. A fin de cuentas, una carrera de pronóstico reservado, donde es prematuro adelantar las apuestas.
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