Con inmenso pesar registramos el asesinato de nuestros compañeros, el subintendente Michael León y los patrulleros Laureano Orozco y Eymi Marcelina Rodríguez, en hechos acaecidos la tarde del sábado pasado, en el municipio de Morales, Cauca, atacados cuando cumplían un operativo con un puesto de control en la vía de salida hacia Suarez.
Estos actos de terror no nos pueden estar sucediendo. Es imposible seguir soportando ese baño de sangre a que están sometidos nuestros miembros de la fuerza pública. Es inmisericorde con sus familias y las instituciones, asistir impávidos a este fratricidio patrio, sometiendo nuestros hombres al sacrificio supremo, sin darles la oportunidad de la defensa o por lo menos el intento de salvar su vida, pues cuando actúan ante los aleves ataques hiriendo o dan de baja sus agresores, los procesamos con todo el rigor de la ley, olvidando atenuantes o paliativos que mitiguen sus actos de defensa. En tanto, si mueren, solo las familias y sus instituciones se conduelen y afrontan el dolor de su ausencia, se apenan o mortifican las autoridades al reconocer públicamente la legitima defensa a estos servidores públicos que, por tener esa investidura, están obligados a respetar a ultranza los derechos humanos de los ciudadanos, sin reparo por el desconocimiento de los propios, pues desde las escuelas de formación este tema hace parte integral tanto de la filosofía como de la doctrina.
Es imposible concebir un profesional de policía que no tenga clara la observancia de este precepto, hasta el punto que da grima[G1] [G2] escuchar ciudadanos y autoridades hablando de instruir los miembros de la institución sobre tema tan sensible, demostrando un alto grado de ignorancia en el ámbito formativo de estos servidores públicos.
Ya la Policía nacional de los colombianos soportó, con estoicismo ejemplar, la persecución irracional adelantada por Pablo Escobar Gaviria. En compañía de varios miembros de la institución, somos testigos del valor y entrega por el servicio de aquellos hombres que nunca se rehusaron a cumplir con su obligación, enfrentando las amenazas y ataques, sin salir nunca con ánimo de retaliación. Por el contrario, siempre los acompañó su vocación de servicio en defensa de la comunidad; muertes que nos dejaron luto en el alma, dando ejemplo de responsabilidad y sacrificio.
Es por ello que esto no nos puede estar pasando, imposible obligar a los hombres y mujeres que visten el verde oliva, a repetir episodios pasados y nunca olvidados, referencia y ejemplo para las nuevas generaciones.
Es urgente el pronunciamiento del Señor ministro y el alto gobierno, sobre las determinaciones y medidas que permitan a los miembros de la fuerza pública, tomar la iniciativa recuperando espacios, imagen y respeto por su investidura porque representan el nombre de la ley
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