La situación política que aqueja el país es de las peores de nuestra historia, en gran parte por falta de grandes objetivos de desarrollo y por cuenta de la corrupción que afecta a casi todos los estamentos de la vida colectiva nacional.
La corrupción es tan vieja como la humanidad, más las grandes naciones encuentran las fórmulas legales y políticas para combatirla. Aquí, por el contrario, la dejan avanzar impunemente y se corrompen hasta las piedras. Es verdad, que el presidente Gustavo Petro, con varios de sus compañeros guerrilleros dejó las armas y se dedicó desde entonces a la política electoral y parlamentaria, más al ganar la elección presidencial, algunos de sus activistas y políticos que le siguen, pareciera que no tienen otra finalidad que enriquecerse y despilfarrar los dineros públicos, puesto que consideran que el poder es un botín.
La corrupción no es de hoy, se viene intensificando desde tiempos del Frente Nacional, cuando al acabar con la vieja violencia partidista, sepultó en gran medida el combate político en el Congreso, donde cada partido vigilaba y acusaba al contrario. Al repartirse el poder burocrático de manera paritaria se produjo un cierto contubernio y la lucha ideológica se debilitó. Finaliza el Frente Nacional, que trajo la paz entre conservadores y liberales, pero sigue la violencia por cuenta del castrismo al que se incorporan algunos de los efectivos armados del liberalismo que nunca se reintegran a la civilidad. Hemos llegado a un extremo en el cual ningún partido quiere estar en la oposición, ni siquiera los tradicionales que en las pasadas elecciones pidieron el voto contra Petro. Eso ocurre por cuanto entienden la política como un negocio y una competencia para enriquecerse. Olvidan estos vividores de la política, que la misma tiene un deber ser, el cual implica servicio a la nación y de grandes ideales.
Es así cómo se forma en las entrañas del Régimen, esa oscura alianza de vividores de la política y del Tesoro Público, que señaló en los últimos días de su vida el estadista Álvaro Gómez, fenómeno que en su momento contribuye a denunciar Álvaro Ávila Bernal, desde la esquina contestataria y en su famosa obra “Corrupción y Expoliación en la América Latina”. En ese libro publicado por Brugera, que se agota misteriosamente, habla de Los Siete Pilares de la Corrupción. La cual comienza con la planeación amañada, a la que sigue la corrupción concertada.
Así que, como dice Ávila: Tras la adjudicación del contrato, intervienen un conjunto de circunstancias y de obstáculos que encarecen anormalmente el costo de las obras.
1) La dificultad y la demora de los trámites administrativos que solamente pueden ser acelerados mediante una discreta “palada”.
2) La complejidad de las normas fiscales, que necesitan una urgente revisión.
3) La proliferación de alcaldes corruptos, de funcionarios venales y de gerentes incompetentes cuyos errores y procedimientos gerenciales, reales o simulados desembocan en costos adicionales y hasta en catástrofes, que encuentran excusa en la miopía de la planeación.
4) 4) Las demoras prolongadas en el pago de los anticipos, en la cancelación de las cuentas, en la compra y entrega de los terrenos, en la aprobación de los proyectos, que significan el incremento considerable de los costos.
5) Los reajustes exigidos por los contratistas con base en cláusulas leoninas incorporadas a los contratos.
6) Los errores técnicos o administrativos, hábilmente calculados por funcionarios o empresarios, que dan lugar a cuantiosas reclamaciones por parte de los contratistas y de los parientes de las víctimas de desastres ocurridos durante la ejecución de las obras.
7) La insuficiente defensa adelantada por los abogados del Estado y la pérdida invariable de los pleitos generadores de costosas indemnizaciones, que representan una carga onerosa e imprevista para las finanzas públicas.
Lo anterior, que plantea Ávila, significa que un empresario honrado, debe someterse a ese infierno de iniquidades o no obtendrá ningún contrato.
Fuera de eso, después sigue lo que él denomina la “Corrupción de la Ingeniería” donde evalúa los daños y los costos en el campo de la ingeniería y de la consabida contratación administrativa.
Y sigue Ávila: El avanzado estado de descomposición general de los países de América Latina, ha generado métodos de corrupción aún más complejos y de mayor rendimiento como mecanismos del enriquecimiento sin causa. Los cuales trataremos en otra oportunidad.
España
En tanto, nos duele España. Allí la derecha se divide y le facilita el camino y la negociación parlamentaria a la izquierda de Sánchez y el separatista Puigdemont. Así como VOX comete el error de atacar a la popular dirigente derechista de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el electorado los castiga.
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