Los Tratados de Libre Comercio (TLC), están sujetos, como todo tratado, a las reglas fundamentales del derecho internacional, concretamente a la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969.
Según la Convención, “todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe” (art.26) Esta noción involucra la máxima “pacta sunt servanda” (los tratados deben cumplirse) y la buena fe, tal como lo expresa la Carta de Naciones Unidas en su artículo 2.2.
Todos los tratados se forman por el consentimiento de dos (bilaterales) o más partes (multilaterales) y se terminan, en los términos de la Convención, por acuerdo entre las mismas partes o por nulidad. Su revisión, si fuere el caso, debe ser igualmente acordada entre las partes.
Colombia y Estados Unidos suscribieron en 2006 (gobierno Uribe) un tratado de libre comercio, enderezado básicamente a permitir que los productos de cada uno de los países puedan entrar sin arancel al territorio del otro, sujetos, si fuere el caso, a medidas fitosanitarias. Ese tratado, aprobado internamente por ambos países, entró en vigor el 15 de mayo de 2012 (gobierno Santos).
Petro dijo recientemente “quiero anunciar públicamente que empieza la renegociación” del TLC con Estados Unidos, porque, si se reemplaza el maíz importado por uno sembrado en Colombia, serían creados 1 millón 200 mil puestos de trabajo adicionales en el país. “No puedo crear esos nuevos empleos porque me lo prohíbe el TLC firmado hace unos años”.
¡Demagogia pura! Se ha dicho, pero no por Petro, que deberían renegociarse el capítulo segundo (acceso a los mercados), cuarto (reglas de origen), décimo (inversión) y decimosexto (propiedad intelectual). Debo confesar que he revisado esos capítulos y no veo nada que se salga de los estándares internacionales, excepto tal vez que los gringos son muy exigentes en materia de propiedad intelectual porque son el segundo país que más patentes registra en el mundo. Por supuesto, no hay nada que prohíba producir algo como el maíz. Lo mismo sería válido con el trigo, que viene fundamentalmente de Canadá, la cebada y otros productos que ¡cómo no! se producían pero ya no se producen en Colombia. Recordemos que Colombia importa café de Vietnam y papas de Bélgica.
El Mincomercio salió a corregir al presidente y dijo que no hay renegociación en marcha, sino que están estudiando la revisión de los TLC vigentes, que han salido perjudiciales para Colombia por mera incompetencia gubernamental y, para ser francos, no solamente de Petro.
El TLC con Estados Unidos, como otros, admite cambios convenidos por las partes a través de la Comisión de Libre Comercio, sin que haya que llevar los textos a los legislativos nacionales y surtir los largos procesos de implementación. Los Estados Unidos no van a aceptar que les impongan aranceles sin que ellos hagan lo propio con las flores o el café, por ejemplo. Y si se suben aranceles hay que subírselos a todo el mundo por aplicación de la Cláusula de la Nación más Favorecida.
Los Estados Unidos son el principal vendedor pero también el principal comprador de Colombia. Los impulsos de Petro pueden abrir una caja de Pandora inmanejable. Petro debe mirar, en cambio, por qué no producimos maíz, cebada, trigo etc. a precios competitivos y tomar las correcciones respectivas sin perturbar el orden económico. Para eso tiene a mano todas las herramientas internas. ¡Úselas!
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Coda: como sucede con los autos, las motos se ensamblan, no se producen en Colombia. Aquí no es fácil hacer industria porque el gobierno mete las narices hasta en los inodoros.
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