* ¿Oportunidad de una reforma laboral?
* La urgencia es reactivar la economía
La sorpresiva radicación esta semana de un nuevo proyecto de reforma laboral, que calca en gran parte la iniciativa que ya se hundió el cierre de la primera legislatura en el Congreso, abre muchos interrogantes y prende varias alertas tempranas.
La primera duda que surge se refiere a la oportunidad del ajuste a la normatividad que rige el mercado del trabajo en Colombia. La economía nacional atraviesa un proceso de desaceleración pronunciada, como se evidencia al pasar de un Producto Interno Bruto récord de 10,6% en 2021 a uno de 7,5% el año pasado y previéndose ahora que, a diciembre de este año, a lo sumo se llegaría a un 1%. De hecho, mientras que en el primer trimestre de 2023 el aparato productivo apenas creció a un 3%, en el segundo la descolgada fue todavía mayor, registrándose apenas un 0,3%. Incluso algunos analistas no descartan el riesgo de un escenario recesivo en la segunda parte de este año.
Visto ese escenario, si bien nadie niega que se requiere un ajuste a la legislación laboral, es claro que no es este el momento para proceder en esa dirección. Con la industria y el comercio en números rojos, el consumo de hogares enfriándose aceleradamente, la construcción atravesando una coyuntura crítica, el desempleo en 10,5%, la inflación en 11,7%, fuertes altibajos en el frente cambiario, el precio del petróleo a la baja, las tasas de interés del Banco de la República en 13,25% y una caída en los flujos de inversión directa, lo que el sector privado y gremios están urgiendo del Gobierno es la formulación de un plan de choque para reactivar la economía, proteger el empleo y mantener a flote a las empresas.
Paradójicamente ese plan de choque, se supone, sería la temática central de la reunión que tenían programada el jueves en la Casa de Nariño el presidente Petro y la cúpula del Consejo Gremial. Ese encuentro, como se sabe, se canceló en horas de la mañana de manera intempestiva por razones de salud del mandatario y, en la tarde, sin aviso previo ni socialización alguna, la Ministra de Trabajo radicó el segundo proyecto de reforma en el Congreso.
En ese orden de ideas, bien puede concluirse que si ya el escenario para tramitar una reforma laboral era complicado en marzo, cuando se radicó la primera iniciativa, ahora es menos procedente, ya que la mayoría de los indicadores macro y micro de la economía se han deteriorado en los últimos cinco meses, imponiendo la urgencia de un salvavidas productivo por encima de otras prioridades.
Ahora, si el escenario económico no es el más adecuado para abocar una discusión de esta complejidad, menos lo es la coyuntura política. En marzo pasado, el Gobierno contaba con una coalición parlamentaria mayoritaria en Senado y Cámara. Sin embargo, el alcance de las iniciativas laboral, de salud y pensiones, y la incomprensible negativa del Ejecutivo a concertar con partidos, gremios y otros sectores sus impactos, llevó a que se fracturara el bloque oficialista, quedando en minoría. Esto produjo no solo el hundimiento de la reingeniería al mercado de trabajo, sino que los otros dos proyectos continúan empantanados en las plenarias.
Como este segundo proyecto de reforma laboral tampoco fue objeto de concertación alguna, según lo advirtieron al cierre de esta semana gremios, empresarios, centros de estudios especializados y academia, difícilmente podría salir adelante. Incluso, no pocos observadores consideran que la Casa de Nariño es consciente de ello, pero decidió presentarlo en aras de utilizarlo como bandera proselitista en la recta final de una campaña electoral en la que, todo indica, las fuerzas gobiernistas sufrirán un duro retroceso por la crisis que atraviesa el país en varios flancos, debido a una gestión deficiente y accidentada del Ejecutivo.
Una vez más, como se ve, el Gobierno se equivoca al pensar que puede imponer al Congreso y al país sus reformas. No solo desconoce la autonomía del Parlamento e ignora las alertas del sector privado y los expertos, sino que, de forma por demás preocupante, no atiende a las realidades económicas y políticas que lo rodean. Se recalca, una vez más, la profunda desconexión que existe entre la visión de la Casa de Nariño y lo que requiere con urgencia la nación. Prueba de ello es que en momentos en que lo que se necesita es un plan de choque para reactivar el aparato productivo y relanzar el dinamismo industrial, comercial, el consumo de los hogares y mantener a flote las empresas y el empleo, la apuesta del presidente Petro es otra.
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