Atlántico: Mala calidad del agua en ciénagas tiene en jaque a libélulas

Fundación Omacha

Las larvas del planeador jacinto (Miathyria marcella), importante depredador de mosquitos y plagas de cultivos, están viendo como su hábitat se modifica por la calidad del agua y las variaciones en la conductividad (relacionada con la presencia de sales disueltas como calcio, sodio y bicarbonato), en la que se encontraron puntos con valores hasta 15 veces más altos de lo recomendado; a esto se suma la disminución de oxígeno disuelto y el aumento de la concentración de amonio, que limita la alimentación de estos insectos.

La importancia de Miathyrua marcella radica no solo en su depredación, sino también en que forma parte de la dieta de diversos peces y anfibios, de hecho su abundancia es un bioindicador de la calidad del agua, que determina si un ecosistema es “saludable”.

Los adultos de las libélulas miden entre 18 y 40 mm, su cuerpo es marrón y rojizo, con tono purpura en parte de la cabeza, y son tal vez la especie más abundante en el Caribe colombiano; dejan sus larvas en las raíces de plantas como la lechuga y el jacinto de agua, y se ha encontrado que ocupan hasta un 58 % de la vegetación acuática de estas zonas.

En vista de su importancia y de que hay pocos estudios sobre su presencia en distintos puntos de esta región, la investigadora María Inés Moreno Pallares, doctora en Biología de la Universidad Nacional (UNAL), conocedora del comportamiento de estas libélulas, se interesó por evaluar las condiciones ecosistémicas de 6 de las ciénagas más importantes del Atlántico, para lo cual recolectó cerca de 2.600 larvas de esta especie en 29 puntos de muestreo.

En las arduas jornadas de trabajo se recogieron más de 12.925 macroinvertebrados, de los cuales Miathyria marcella representó el 43 %, mientras que en investigaciones pasadas el 83 % correspondía a dicha especie, por lo que su papel en este ecosistema resulta fundamental.

“De las 6 ciénagas, las de Sabanagrande y Larga Luisa tienen conexión con el río Magdalena; Mallorquín y Totumo con el mar Caribe, y las otras dos son alimentadas por corrientes de arroyos y precipitaciones locales en esa zona: Tocagua y Luruaco”.

“Durante la investigación encontramos que la ciénaga de Mallorquín presentó menor abundancia de larvas de esta especie, lo cual se relaciona con que este punto queda cerca de algunos barrios de Barranquilla que no tienen un manejo adecuado de las aguas residuales e industriales, por lo que los residuos de productos químicos aumentaban. En la actualidad este ecosistema se encuentra en proceso de rehabilitación”, explica la doctora Moreno.

Otros estudios reportaban que los mayores niveles de conductividad para que las libélulas puedan habitar es de cerca de 1.200 microsiemens por centímetro (µS cm-1), pero en la investigación se registraron niveles promedio de hasta 19.000 µS cm-1.

A esto se suma que a dicha ciénaga en particular llega el agua del mar Caribe, lo que incrementa la conductividad, y los residuos terminan aumentando los niveles de amonio, un compuesto que indica contaminación de fuentes con fertilizantes y aguas residuales.

“Aquí aparece otro factor que hay que resaltar, y es que esta problemática no solo incide en las libélulas, sino también en los casi 12.925 macroinvertebrados, o sea insectos, moluscos, anélidos, crustáceos y copépodos que están presentes en las ciénagas y que terminan formando parte de la alimentación de las larvas de esta especie”.



“Entre las especies de las que se alimenta esta libélula, en mayor cantidad se encontraron: moluscos, odonatos, dípteros, coleoptera y hemiptera”, asegura la doctora Moreno.

Añade que “las ciénagas de Larga Luisa y Sabanagrande son los puntos en donde hay más larvas, lo cual concuerda con las ciénagas de mejor calidad del agua y nos indica que estos animales prefieren mejores hábitats para definir su distribución y abundancia”.

Colombia es uno de los países con mayor riqueza de aguas continentales o de agua dulce del mundo, y según la investigadora “hace falta una mayor concientización de la importancia de las ciénagas, que terminan viéndose afectadas por la influencia del ser humano en ellas”.

“El trabajo es el primero en el país que une la evaluación de variables como conductividad, alcalinidad, transparencia o pH, con la presencia de macroinvertebrados a una gran escala en las ciénagas del Atlántico, lo cual podría ser un gran aporte para los esfuerzos que ya se han venido adelantando para recuperar la calidad de las aguas en lugares como la ciénaga de Mallorquín”, concluye la experta.