Escrito en las estrellas

Mientras usted lee estas líneas, en el “Astrophysical Journal”, publicado por el prestigioso Instituto de Física de Londres, artículo tras artículo se libra una intensa batalla entre dos facciones de la élite científica planetaria cuyo resultado definirá la línea de investigación que seguirá la humanidad en su ambición por desentrañar los misterios del cosmos. La resistencia está comandada por el mediático Avi Loeb, quien no solo ostenta el récord como el decano más longevo de la Facultad de Astronomía de Harvard, sino que también es el único astrofísico de quilates que ha manifestado abiertamente al público su plena convicción de que no estamos solos en el universo. El otro bando, como era de esperarse, lo integran todos sus demás colegas, entre indignados y molestos.

La disputa es diseccionada en profundidad por el mismo Loeb en su best-seller “Extraterrestre: la Humanidad ante el Primer Signo de Vida Inteligente Más Allá de la Tierra”, donde relata el fugaz paso de “Oumuamua” por nuestro sistema solar, el primer objeto oficialmente reconocido por la Nasa como interestelar (es decir, venido de fuera de nuestra galaxia), detectado por el telescopio hawaiano Pan-STARRS en octubre de 2017. La controversia surge, entonces, respecto de su naturaleza, pues mientras la Nasa comulga con la hipótesis del asteroide y algunos estudios astronómicos recientes sugieren que podría ser un simple cometa, Loeb defiende una teoría mucho más polémica: por la desviación de su trayectoria, aceleración estable, curiosa manera de reflejar la luz e insólita forma de tortilla para burrito gigante debe tratarse de un vestigio de tecnología alienígena, como una vela solar.

Loeb es plenamente consciente de la magnitud disruptiva de este postulado y, por ello, gran parte de su manifiesto, tal vez con demasiado autobombo y menciones autorreferenciales a Galileo, la emplea en instruir al lector con pequeñas cátedras que vulgarizan complejos conceptos sobre estadística, mecánica celeste, matemática estelar, entre otras disciplinas, para desvirtuar explicaciones alternativas a la anomalía de Oumuamua. Al final, y tras lanzar certeras pullas a la arrogancia y estrechez de miras de algunos colegas, Loeb respalda su tesis argumentando que, en caso de equivocarse, no pasaría nada, pues las inversiones y los avances desarrollados en la búsqueda de vida extraterrestre serían útiles para otros campos de la ciencia, mientras que, de estar en lo correcto, las posibilidades que se abrirían para la raza humana serían infinitas.

La contienda continúa este 29 de agosto cuando en los escaparates de todas las librerías de Estados Unidos aparezca “Interstellar: The Search for Extraterrestrial Life and Our Future in the Stars”, el esperado nuevo ensayo de Loeb. En este, partiendo de sus propias conclusiones sobre Oumuamua, hace un llamado a asimilar la necesidad de convertirnos en una especie interestelar, emprendiendo como un proyecto común de todos los gobiernos el posible primer contacto directo con una civilización alienígena. Escrito en las estrellas está que, ante la inmensidad del espacio exterior, los habitantes de la Tierra no somos más que un minúsculo grano de arena y, por ende, para Loeb nuestra única oportunidad radica en estar preparados cuando llegue el día.

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