Ahora sabemos que la demora en el acuerdo final corrió por cuenta de los detalles sobre cómo se daría la transformación del “grupo terrorista”, calificado así por la ONU y la UE, a partido político; calculando el formidable salto que tendrían que dar sus dirigentes para mutar seguros desde su condición de delincuentes condenados, a honorables miembros de la rama legislativa.
Es entendible que fuera este punto el de su mayor preocupación, ya que siempre justificaron su proceder en contra de la población inerme más que contra el Estado, con un elaborado discurso que pretendió mostrarlos solo como un grupo que luchaba contra la injusticia de nuestra dirigencia oligárquica para “reivindicar a los explotados”.
Diariamente me pregunté, durante esta larga negociación ¿cómo esta guerrilla que siempre calificó de corrupto el sistema electoral vigente, podría aceptar formar parte de lo criticado con tanta beligerancia?
Los intocables apologistas de la guerrilla y los apoyos que estas fuerzas armadas revolucionarias consiguieron en todas las ramas del poder, insisten hace décadas, en eso con razón, en la degradación del sistema electoral actual y que, por tanto, para tener éxito casi siempre solo se requerían gruesas sumas de dinero para comprar los votos y amañar los resultados; en que, incluso, nuestras normas son en realidad rey de burlas pues nadie respeta siquiera los topes de gastos allí establecidos. ¿Cómo entraron entonces?
Elemental, mi querido Watson, podríamos decir parodiando al genial detective, porque camuflando sus verdaderas intenciones en aparente giro hacia la democracia, saben que en ese descompuesto ambiente electoral también podrán competir exitosamente ya que su patrimonio, acumulado en décadas de ejercicio del terrorismo, el secuestro, la extorsión y, sobre todo, el narcotráfico, sigue intacto ante la debilidad del Gobierno al negociar con ellos, que no le exigió siquiera la devolución ni de un centavo para reparar a sus víctimas con su gigantesca fortuna.
Pero además, porque con el bestial crecimiento de las hectáreas cultivadas en coca y manteniendo el control de las rutas del narcotráfico que presumiblemente han utilizado, sus arcas continuarán engordando.
No creo que les interese mucho el presupuesto estatal ofrecido para sufragar sus gastos como Partido, que también acordaron guardando apariencias.
Las Farc saben que cuentan con las fuentes de financiación de su actividad proselitista, con eso, podrán movilizar, convencer o comprar los votos que quieran en cualquier parte del país, los que sumados a los que conseguirán en las circunscripciones especiales, diseñadas a su medida, les proporcionarán enorme fuerza parlamentaria a partir de 2018.
Si le agregamos el blindaje jurídico que se desprende de la “Justicia especial para la Paz” y la injerencia que tendrán en el reparto de esas tres millones de hectáreas; podemos concluir que triunfaron en La Habana y que el Gobierno fue apenas débil contraparte.
Este no es Dr. DelaCalle el mejor acuerdo posible.
*Profesor Universitario y consultor empresarial
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