Todos queremos un acuerdo ya, pero me parece que los del Sí están confundidos sobre a quién deben presionar. Hoy los del Sí consideran que los culpables de que no haya un buen acuerdo son los del No. La estrategia se circunscribe entonces a presionar a los del No, culparlos y prácticamente exigirles que se sometan a los acuerdos ya firmados.
Ganó el No y aquello debería haber convocado a los demócratas a rodear y defender el resultado. Sin embargo, lo que parece suceder es que los del Sí insisten en buscar formas para desconocer los resultados. Hay casos aislados que nos llenan de esperanza. En la reunión con los jóvenes que han salido a las marchas en Bogotá, un estudiante, César, que votó Sí me dijo que ahora él era un defensor del No. Me dijo, con voz fresca, el Centro Democrático no es un obstáculo para la paz.
Si esa actitud fuera la de la mayoría de los del Sí, sería muy fácil avanzar. La presión no debería estar sobre los del No, que ganaron y han cumplido rápidamente en reiterar sus propuestas en documentos y reuniones con un Gobierno que llevaba 6 años sin escucharlos. La presión debería ser sobre la administración Santos para que acate la voluntad popular y negocie. La presión debería estar sobre las Farc para que acepten la voluntad popular y negocien.
No es falta de voluntad del No; no son las dilaciones de los del No las que nos tiene sin una negociación que avance. Le falta voluntad al Gobierno, a las Farc y a los seguidores del Si de aceptar que el No ganó. No se trata de negociar con el No, se trata de ponerse la camiseta del No -que ya ganó-.
Algunos síntomas que preocupan. Se habla de que la Corte Constitucional utilizando las demandas impetradas por los defensores del No - entre ellos la de Alfredo Ramos y mía- para desconocer los resultados del plebiscito. En una de dos formas, repetir el plebiscito -como quien repite un partido porque perdió- o aceptar que el acto legislativo para la paz que le da facultades extraordinarias por seis meses a Santos y reducir al Congreso a un notario que pupitree las leyes para las Farc y sustituya la Constitución. Cualquiera de las dos denotaría una destrucción institucional que sería lamentable. La Corte y el Congreso aprobando lo que la mayoría del pueblo rechazó sería el epílogo trágico de la polarización.
Otros a través de marchas pretenden "acuerdo ya" y esas marchas seguramente se les opondrán otras que defienden el No. Está bien que nos expresemos, pero pareciera que simplemente se replica en las calles la polarización del país.
Seguimos en el proceso de estigmatización. Ahora los del No somos tramposos, ganamos porque engañamos; y el Presidente ya solapadamente anuncia que va a desconocer los resultados del No. Con ello irrespetan la democracia, a quienes estuvimos en la campaña del No, pero sobre todo al pueblo colombiano. Lo siguen tratando como lo ha tratado este Gobierno: despectivamente.
Ojalá haya un cambio de actitud, una sociedad unida, respetuosa de la democracia y capaz de defender la decisión soberana de los colombianos y unas instituciones a esa misma altura.
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