En medio de la generosidad de Álvaro Uribe y las fuerzas del No que resultaron victoriosas en el plebiscito, los del Sí parecen haber perdido de vista que perdieron las elecciones.
El entusiasmo que anunciaban sobre los acuerdos no existe. No sirvieron los miles de millones de pesos gastados en mercados, propaganda mentirosa sobre la paz, funcionarios públicos haciendo política, presiones y amenazas de que habría guerra urbana, muertos si votaban por el No. Lo cierto es que a duras penas llegaron al umbral del 13% disminuido tramposamente. Alcanzaron apenas el 17%. El 83% de los colombianos no salieron a apoyar los acuerdos: votaron No y no votaron.
Esa es la realidad. Es acuerdo no gustó. Y por eso no nacieron, no existen. Los colombianos no lo aceptaron. El Gobierno y sus partidos y las Farc, perdieron. Hábilmente ahora pretenden forzar con ese 17% la implementación de unos acuerdos; irrespetando la democracia y la voluntad del pueblo colombiano que se expresó.
Los caminos son sinuosos. Van desde repetir las elecciones en la costa, pasando por usar las demandas del CD destinadas a defender las garantías del No para repetir el plebiscito, arreglar los temas de ideología del género para volver a realizar dicha consulta popular y excluir los otros temas. También hablan de aprobar los acuerdos por el Congreso, todo conducente con implementarlos a pesar de que no fueron aceptados.
Nos distraen con una negociación entre en Sí y el No. Innecesaria. Habiendo ganado el No, el Presidente Santos tiene la obligación de respetar el resultado, y eso significa que se tiene que poner la camiseta del No. Debe salir él y su Gobierno a defender ante las Farc el resultado democrático y sus contenidos.
Por el contrario, ahora nos dice Santos que revisarán nuestras propuestas para ver cuáles son viables y posibles. Si el Gobierno dijo que el derrotado acuerdo era el mejor posible, pues es evidente que no creen posible nada más. Que lo que quieren es mantenerse en lo que los colombianos rechazaron.
Colombia se salvó de que instancias internacionales nos nombraran jueces destruyendo la institucionalidad. Se salvó de ver cómo quedaban libres los criminales de lesa humanidad mientras la JEP se ensañaba contra los miembros de las Fuerzas Armadas y los ciudadanos de Colombia, hasta obligarlos a confesar la "verdad" que las Farc pretenden.
Se salvó de que una comisión de las Farc, Chile, Noruega, Cuba y Venezuela vinieran a escribir las nuevas leyes de Colombia que el atrofiado congreso notario iba a pupitrear sin posibilidades de modificación. Íbamos al reconocimiento de que Colombia era un Estado fallido, un Estado que renunciaba a su soberanía, un Estado que requería jueces nombrados por extranjeros y comisiones para cogobernarnos. Colombia dijo No y se salvó.
El Centro Democrático y el No quiere un consenso nacional. Tiene derecho; para ser oído tuvo que ganar las elecciones. Abogamos por respetar las instituciones, llegar a acuerdos, negociar con las Farc como una sociedad unida. Sin embargo, no vamos a permitir que esta victoria histórica y sin precedentes en Colombia se disuelva entre las trampas de este Gobierno y su 17% de seguidores. Haremos respetar el No.
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