“Judicializar la política siempre es mala idea”
La actividad política es una de las más hostiles para todo lo que tiene que ver con el derecho al buen nombre. Y lo es más ahora en tiempos de redes sociales, noticias falsas, portales basura, y empresas periodísticas con intereses comerciales o ideológicos propios. De hecho la llamada “propaganda negra” que tienen el único y definido propósito de estigmatizar y desprestigiar al adversario político es uno de los “productos” que ofrecen afamados y siempre bien pagos asesores de campañas y candidatos.
Pero más de allá de asesores sin ética o de redes y adelantos tecnológicos, lo cierto es que son los propios políticos quienes han hecho de la actividad un terreno fértil para la diatriba, la ofensa personal, la injuria, la calumnia y hasta más.
Y no es extraño que los mismos políticos que ayer se insultaban acre e inmisericordemente hoy se abracen como republicanos unidos en algún propósito que los une y les causa amnésicos efectos. Que la política es dinámica o que solo los estúpidos no cambian de convicciones, son las razones que algunos políticos han entregado para justificar sus volteretas. Todos, hasta lo de la más extrema derecha, son marxistas. De los de “aquí están mis principios y si no le gustan, tengo otros”, como dijo el gran Groucho.
Todo eso estaría muy bien, si los políticos profesionales se limitaran a insultarse y a resolverse de la misma manera como siempre lo han hecho, esto es políticamente. El problema empieza cuando les da por resolver sus zaperocos por vía judicial, porque judicializar la política siempre es mala idea.
Los Jueces de la República, independientemente de la perfección de la decisión que adopten, terminan involucrados en la contienda política cada vez que resuelven un problema entre políticos, pues los correligionarios del perdedor del pleito siempre alegarán en contra del fallo que los desfavorezca.
El problema es más grave aún para la Administración de Justicia cuando algunos políticos usan las acciones judiciales a discreción, según su interés particular. ¿Tiene derecho a reclamar, como atentado al honor o a su buen nombre, un político que ha soportado similares epítetos o recibido los mismos ataques por parte de otros a quienes nunca demandó o denunció cuando eran sus adversarios y que ahora mantiene como sus aliados? ¿La tolerancia frente a los ataques de unos y la intolerancia frente a similares acciones de otros, implica una autoconcepción maleable de su propio honor o de su propia autoestima? ¿O puede ser identificado por la Judicatura como un acto de censura contra el político al que sí denuncia? Todos los anteriores. Y evidencia plena de una manifiesta intención de instrumentalizar políticamente las acciones judiciales, para lo que evidentemente no están diseñadas.
Harían bien los políticos en resolver sus diferencias en los foros políticos y no en los judiciales. Ese es un mejor aporte a la descongestión de juzgados y tribunales que el de la precaria reforma a la justicia que están proponiendo.
@Quinternatte
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