Las chicas que agredieron el cuadro Los Girasoles de Van Gogh en Londres con sopa de tomate llevaban camisetas que decían perentoriamente “pongan fin al petróleo”. Pero, además: hicieron recordar las múltiples agresiones verbales de que ha sido víctima Ecopetrol últimamente. Con la diferencia de que nuestra empresa petrolera no cuenta con protector de cristal como afortunadamente tenía el cuadro del pintor holandés.
Esto significa que la multitud de disparos verbales, de trinos y de anuncios desafortunados del gobierno sobre el futuro de Ecopetrol y de la política energética, está haciéndole mella y pueden terminar por hacerle daño irreparable a la empresa insignia de la economía colombiana.
Todas las cifras que empiezan a publicarse así lo indican. Y no es un perjuicio hipotético el que se vaticina: es un demérito que empieza a reflejarse ya en los balances y en las proyecciones de Ecopetrol. Por ejemplo, Ricardo Ávila en un excelente análisis que publicó en El Tiempo del pasado 16 de octubre, demostró cómo el valor bursátil de la empresa ha perdido casi un 40%, al descender de 145 billones de pesos que llegó a valer a finales de marzo de este año a 89 millones a la fecha. Los bonos internacionales de Ecopetrol se han desvalorizado igualmente un 8%.
Naturalmente este fenómeno no obedece a una sola causa. Pero no deja de ser sorprendente que cuando todas las petroleras del mundo están ganando- casi sin excepción- cotización bursátil debido a los precios estratosféricos de los combustibles en los mercados internacionales, la nuestra haya perdido valor de manera tan abultada.
Pero quizás la mejor explicación de este inquietante fenómeno es la confusión que rodea la política energética que se va a desarrollar en el país en los años venideros. Todos los días hay pronunciamientos contradictorios de las altas directivas gubernamentales que se sientan en la junta directiva de Ecopetrol. Mientras la ministra de Minas y Energía, así como su viceministra, repiten insistentemente el mantra de que no se firmarán nuevos contratos de exploración de crudo ni de gas natural (“porque así se dijo en la campaña”), el ministro de Hacienda responde en solitario que sí se firmarán; y que bajo ninguna circunstancia se frenará la firma de nuevos contratos de exploración, sobre todo en materia de gas.
Este es un asunto fundamental sobre el cual ya existe un extendido consenso entre los expertos de que quien tiene la razón es el ministro Ocampo, pero que sin embargo el gobierno no ha logrado dilucidar. Y mientras pasan los días sin que esto se aclare, el valor de Ecopetrol se sigue contrayendo a la vista de los exigentes mercados nacionales e internacionales.
Los datos que contiene la carta que Ecopetrol dirigió recientemente al Congreso denunciando los efectos devastadores que para sus finanzas tendrá la reforma tributaria, tal como fue aprobada en las comisiones económicas en primer debate, no son menos inquietantes: el conjunto de la nueva sobretasa del 5% más el anticipo implicará un drenaje a la caja de Ecopetrol el año entrante de $3,6 billones; la exigencia para poder seguir beneficiándose del régimen tributario franco que beneficia su la actividad refinadora le implicará aumentar sus exportaciones en el equivalente a 44 millones de barriles al año desabasteciendo el mercado doméstico, al paso que la nación tendrá que importar gasolina por US $ 2,8 billones; la no deducibilidad de las regalías en la ecuación fiscal de la empresa le significará un aumento en la base gravable de $7,6 billones; la tributación efectiva de Ecopetrol se aumentará hasta el 81%; las regalías pagadas a departamentos y municipios se contraerán en $ 2 billones entre 2023 y 2026; los suministros de la refinería se recortarán en el equivalente a 30.000 barriles por día; y en general todo su programa de inversiones a lo largo de la cadena productiva se verá mutilado.
Con un panorama como éste, no es sorprendente que Ecopetrol esté corriendo con menos suerte que el cuadro Los Girasoles de Van Gogh.
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