Se acerca ya a los 500 años la llegada de Cristóbal Colón a América. Aquel genovés que desde temprana edad comenzara a surcar los mares con proyectos increíbles. Dichos proyectos no fueron aceptados por algunos reyes, entre ellos Juan II. No fueron aceptados por las autoridades inglesas y aun por los reyes españoles. Sólo la Reina Isabel la Católica los acogió decididamente.
Colón dio a España un mundo lleno de sorpresas, un mundo grávido de abundancias y un mundo formado por razas indómitas y heroicas. Es decir, tribus aborígenes con especial afán colectivo de trabajo, con organizaciones sociales y políticas estructuradas de acuerdo a sus necesidades y realidades geográficas. Aquella raza indómita recibió del español conquistador el idioma, la religión, el arte, el espíritu aventurero y romántico, cuyo esplendor se resume con Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana, este último descubridor de nuestro río quiteño, el Amazonas, con gente quiteña.
De esta manera se fusionan dos razas: la una indómita qué luego fue sojuzgada y la otra altiva y ambiciosa, cuya resultante racial fue la del mestizo. Por esta razón se celebra el Día de la Raza, gracias a la iniciativa del' concejal Hilario Crespo Gallegos del Ayuntamiento de Madrid y gracias al apoyo oficial de Alfonso XII y del Ministro’ Maura.
Este gran acontecimiento del descubrimiento de América realizado oficialmente por Cristóbal Colón, el 12 de octubre de 1492, significa reconocer la existencia de una civilización indígena, que pese al sojuzga- miento español, ayudó a marcar el progreso. De ahí, antes que hablar de raza, dice J. Cornejo: “debemos hablar de fusión, de síntesis que absorba todo lo bueno de cada raza o, mejor, de cada cultura. ¿No fue eso lo que anhelaron y profetizaron los hombres dé la generación de José Vasconcelos? En homenaje a Cristóbal Colón, no superado todavía, debemos hablar siempre de fusión, que es integración, hermandad y solidaridad humana. Fusión con sello americano, sello colombino”.
En realidad, las instituciones civiles, culturales, el espíritu cristiano, el sentimiento artístico, el ansia de mando y poderío, tomaron posesión de América. En medio del enriquecimiento español se comenzó a esclavizar indígenas, a corromper conciencias y a desplazar esta civilización. Más tarde la codicia y las leyes omnímodas de los conquistadores dieron lugar a! afán de independencia cuyos ecos estentóreos encontramos en los precursores extraordinarios como Espejo.
Si llegó a América la lengua de Cervantes y el ímpetu quijotesco de la redención, los hombres de estas regiones arremeten su vigor y su inteligencia con el fin de superarse en estos tiempos de postraciones económicas y contradicciones políticas, Afirmar la unión entre los pueblos y afirmar la confraternidad de espíritus, es el ideal nuestro.
Comprendamos que América forja una civilización y una cultura firmes porque sus horizontes promisorios tienen reservas incalculables. Si América es un continente de pasión, de turbulencia, de belicosidad se debe, en gran parte, al espíritu del conquistador y a la falta de unión entre los pueblos. Sin embargo, es impostergable formar una verdadera conciencia americana para que los proyectos sociales y económicos se hagan realidad.
Nuestra joven América tiene futuro: su clima saludable, subsuelo, tierras fértiles, confirman su riqueza; pero que ésta no sirva para corromper gobiernos y para patrocinar el armamentismo, que sirva para redimirnos con leyes justas, estimulando v apoyando a la educación, formando investigadores y que abra horizontes de dignidad y moral. Demos a América Latina la semilla de la acción canalizada y el pensamiento justo, entonces habrá de cosechar la prosperidad.
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