En positivo

Foto cortesía U. Nacional

La Muñeca de la Libertad, como se denomina la estatua construida colectivamente para y por las mujeres en el corregimiento de Libertad, de San Onofre (Sucre), se constituye en una expresión de contramemoria por parte de las víctimas de violencia sexual, denunciantes y no denunciantes.

La figura está teñida de múltiples colores y es negra, para emular el color de piel que identifica a las liberteñas, mujeres sencillas que sueñan con una vida normal, que incluya una familia y negocios propios.

La obra  es el resultado de la materialización de la memoria colectiva de los habitantes –otras mujeres, hombres, niños, niñas, abuelos y abuelas–, durante el asentamiento paramilitar en ese corregimiento entre 2001 y 2004.

Desde 2014 el pueblo ha tenido una actitud de protección y cuidado hacia la estatua, y paralelamente comenzó a proteger a las denunciantes y a relacionarse con ellas reconociendo su fortaleza.



Así lo detalla la investigación de Marcela Fernanda Pardo García, magíster en Estudios Culturales de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien examina los desafíos de la memoria en una comunidad afectada y dividida por la guerra y el conflicto armado en el país.

En la historia reciente de Libertad, la población resistió a la violencia paramilitar de dos formas distintas: mediante la expulsión del paramilitarismo y la recuperación de la comunidad como colectivo, y con el reconocimiento de las mujeres como sujetos políticos, no ya como meros seres pasivos frente a la violencia sexual.

La investigación de la magíster incluyó entrevistas al artista Camilo Conde, las lideresas de la comunidad como Adriana Porras y Nergina Guzmán y las mujeres protagonistas, quienes narraron la historia que había detrás de la estatua y lo que esta significaba para ellas y para el pueblo mismo.

Las acciones de resistencia de las mujeres se centraron especialmente en dos aspectos: la denuncia penal de 10 de ellas en contra de Marco Tulio, alias “el Oso”, que inicia en 2008, y la instalación de la Muñeca de la Libertad, que reconoce su valentía durante el proceso judicial que llega al corregimiento en 2014.



“Aprendí sobre las resistencias invisibles, de esas otras formas de resistir al conflicto armado, particularmente a la violencia sexual; son formas que necesitan rodearse de emocionalidad, de corporalidad y de escucha de los mismos silencios. Entender que esas pequeñas acciones se pueden consolidar y construir espacios de resistencia aún en medio del conflicto armado”, destaca la magíster.

Para ella, estas mujeres tienen que aprender a leerse desde de una manera distinta, pues así como ellas, muchas otras, a lo largo y ancho del país, pertenecen a lugares donde los actos de resistencia son invisibles./Agencia UN