Cruzada por la democracia

* El peligro mundial del autoritarismo

* Cerrar el paso a los caballos de Troya 

 

Es posible que para algunos la Cumbre por la Democracia, citada virtualmente e inaugurada ayer por el presidente Joe Biden con al menos cien países invitados, no diga mayor cosa o se trate de mera palabrería. Para otros incluso podría no ser más que una jugada táctica del partido demócrata para prevenir subliminalmente al mundo sobre la eventual candidatura de su rival republicano en las próximas elecciones presidenciales, Donald Trump.

Pero aparte de este tipo de conclusiones la citación es, a nuestro juicio, un mecanismo global plausible que no sobra, en lo absoluto, cuando en efecto el sistema democrático universal se muestra flanqueado por el más crudo autoritarismo y la neblina permanente de sus postulados esenciales.

Tal vez por ello los primeros en saltar por no haber sido invitados fueron, precisamente, los gobiernos de China y Rusia. Lo cual, en primer lugar, deja entrever que, ¡oh sorpresa!, ellos sí se consideran democráticos. Pero, desde luego, no puede haber democracia allí donde se multiplican los presos políticos, se erosionan constantemente los derechos humanos y las libertades están lejísimos de preponderar como aliciente primordial del devenir cotidiano. De nada vale, ciertamente, adoptar el capitalismo como formulación de las libertades económicas si por el otro lado se suprimen las demás connaturales al ser humano. No solo es un despropósito conceptual, sino una flagrante contradicción en los términos. Mucho menos aceptar que puede haber democracia bajo la premisa infranqueable de que la suerte de miles de millones de habitantes se define al capricho de una persona o un partido en exclusiva.      

Por supuesto, la urticaria del gobierno chino se debió a que Taiwán aparecía entre la lista de invitados por parte de los Estados Unidos. Pero nadie, ni aún los mismos chinos continentales, podrían denegar que esa isla, sobre la que han acrecentado sus pretensiones hegemónicas, hoy es parte integral de la democracia mundial. No en vano llevan décadas a la avanzada, no solo del capitalismo, sino de los postulados democráticos que han hecho de ese país una perla asiática y de sus habitantes, un modelo para tener en cuenta.

Efectivamente, el mensaje de Estados Unidos, con su invitación ostensible y lógica de Taiwán a la Cumbre, es que cualquier amago militar sobre la isla será percibido como un ataque directo a la democracia universal. Es decir, que contará con la reacción inmediata de los aliados democráticos en todo el orbe. Y eso es para tener en cuenta porque a no dudarlo la geopolítica planetaria está cambiando a pasos agigantados, de las circunstancias en que se desenvolvieron las guerras del Medio Oriente, hace unos lustros después del 11-S, a lo que pueda hoy acontecer con China, tanto desde el punto de vista económico como político.

De suyo, el liderazgo democrático de Estados Unidos quedó rezagado cuando permitió el desdoblamiento del capitalismo chino, patrocinado desde Deng Xiao Ping, sin exigir al mismo tiempo una apertura a la democracia. Ya de antemano Trump había tratado de ganar algo del largo terreno perdido, en este aspecto, y ahora Biden parecería aún más empeñado. En tanto, China ha logrado un tejido económico descomunal con buena parte de las naciones del mundo, sin que de por medio exista, para nada, ninguna tendencia suya hacia el sistema democrático y logrando un crecimiento exponencial de su economía. Incluso, el incremento productivo orbital, en los tiempos anteriores al covid-19, se debió en muy buena medida a la liberación de parte del mercado chino. Y no es secreto, tampoco, que tienen la sartén por el mango frente a los bonos del tesoro norteamericano.     

Rusia, por su lado, tampoco puede considerarse un país democrático, entre otras, porque bajo la férula de las armas mantiene sitiada a Crimea. De hecho, en la reciente reunión virtual entre Vladimir Putin y Biden ese tema siguió siendo uno de los puntos álgidos. Si bien dentro de la historia rusa Crimea ha sido intermitentemente parte de ese país, no es factible, a estas alturas, proceder como un cuerpo invasor sobre Ucrania. Si en alguna medida Putin puede tener una baza en que la Guerra Fría terminó sin una negociación, que en su criterio haría falta, lo cierto también es que el nuevo escenario mundial se produjo a raíz del desplome comunista y nada más. Los países del bloque soviético entraron a la democracia por su propia voluntad. Y ninguno está en el propósito de abandonar el sistema. Salvo Hungría que, de hecho, tampoco fue invitada a la Cumbre por su deslizamiento hacia el autoritarismo.

Por su parte, no hay que recabar en los países latinoamericanos no invitados. Se sabe que aquí predominan las satrapías de siempre y no van a cambiar. De lo que se trata, en efecto, es de comenzar a afianzar la democracia mundial a partir de fortalecer sus postulados en peligro. Y para ello no hay que invitar, ni siquiera en este escenario informal, a quienes siempre han hecho de caballo de Troya.