Ayacucho y la libertad americana

* Sucre, pieza clave de campaña libertadora

* Una gesta heroica en las alturas peruanas

 

El 9 de diciembre de 1824 en las cumbres andinas del Perú, en Ayacucho, (en quechua “Rincón de los muertos”), en pleno corazón de nuestro continente, el joven general Antonio José de Sucre, de escasos 24 años, quien desde 1810 se había sumado a la causa de la libertad, comandó una de las batallas más importantes para la independencia americana.

La carrera de Sucre fue dura y meteórica. Se inició en las milicias reales de Aragua (Venezuela), que abandonó para sumarse a la lucha por la independencia de su tierra natal. Ingresó al Estado Mayor del generalísimo Francisco de Miranda, sobrevivió la caída de la llamada “Primera República de Venezuela” y se fue al exilio. Más tarde figuró entre los héroes defensores del “Sitio de Cartagena”, dirigido contra la ciudad por el general español Pablo Morillo en 1815. Escapó pero el barco en el que viajaba naufragó, apenas si sobrevivió asido a los restos de un barril de madera.

Al viajar a Centroamérica Sucre se reunió con la diáspora de militares exiliados y consiguió volver a Venezuela para reintegrarse a la lucha independentista, liberando Oriente como oficial de estado mayor del general Mariño. Participó, en la denominada así por el Libertador Simón Bolívar, “guerra a muerte”, en la cual patriotas, peninsulares, venezolanos y realistas se enfrentaron con terrible voluntad de exterminio en aciaga conflagración civil de la hoy vecina nación. El pueblo y los antiguos esclavos se batieron en los contingentes realistas irregulares que salieron de la pequeña ciudad de Coro con la misión de derrotar las tropas libertadoras, objetivo que consiguieron al tomarse Caracas y vencer al generalísimo Francisco de Miranda. Caería así la “Primera República de Venezuela”. 

Como se dijo, Sucre, con el general Mariño, luchó por liberar el oriente de Venezuela y se acercó a Bolívar, con quien forjó una gran amistad basada en la unidad de objetivos independentistas. Incluso relata la historia que en Cúcuta el Libertador le confesó a O’Leary que Sucre, por su talento, era el oficial que un día podría llegar a rivalizarlo en la gloria. Ya lo reconocía como recursivo estratega y lo tenía en mente para la cruzada libertara del sur de Hispanoamérica.

En tanto, el comandante en jefe de los realistas en Ayacucho era el virrey José de la Serna, graduado de la prestigiosa escuela de Artillería de Segovia. Un veterano y talentoso general, que se había distinguido en diversas guerras. En la memorable batalla en Perú se batió y recibió varias heridas en combate cuerpo a cuerpo. Contaba con un equipo de oficiales veteranos y valientes, entre ellos el reconocido general Valdez, así como soldados aguerridos que combatieron a su lado. Incluso era apoyado por un contingente selecto de milicianos incas, fieles al Rey Fernando VII.

Con Sucre, quien ya había liberado a Quito en la famosa batalla de Pichincha, estaban las tropas de la recién creada Colombia, territorio conformado por El Libertador de la unión de Cundinamarca, Venezuela, Quito y luego Panamá. También lo acompañaban efectivos de Argentina, Chile y varios países de Hispanoamérica, con banderas desplegadas.

La responsabilidad de los dos comandantes en Ayacucho era inmensa. Representaban a Europa y América en lucha por su destino, ambos contaban con soldados veteranos dispuestos a vencer o morir por su causa. Si Sucre perdía la crucial batalla se habría hundido en el infierno de los perdedores. Quizás hasta Bolívar habría podido sucumbir, dado que el pueblo peruano aún mantenía un culto apasionado por la monarquía. Un revés en esta confrontación implicaba claramente un retraso grave en la independencia suramericana.

Sucre sabía que el Nuevo Mundo fue conquistado por la espada y las nuevas fronteras se marcaban de la misma forma. Así que al inicio de la confrontación arengó a sus oficiales y soldados, advirtiéndoles que de su valor, disciplina, esfuerzos y sacrificio pendía el destino americano. En el otro bando el Virrey hacía lo propio, seguro de que contaba con la mejor oficialidad española y los fieles soldados peninsulares y americanos, que en el Perú habían mantenido su predominio y prestigio.

Ya en batalla en esta zona montañosa, los realistas no pudieron ocultar sus maniobras ofensivas y Sucre, formidable estratega, consiguió adivinar sus movimientos, mover a tiempo sus hombres y neutralizar un tanto al general Valdez. La caballería española confrontó a los independentistas, mientras se redoblaba el fuego de los realistas sobre las tropas de Sucre. Éste movilizó entonces al intrépido Córdoba y fustigó a los valientes llaneros para sorprender al enemigo, que poco a poco sintió que la tierra se abrió bajo sus botas y la batalla les era finalmente adversa.

Sucre no solo comandó un combate clave para consolidar la libertad de América, sino que ofreció una capitulación honrosa a los realistas en aquella inolvidable tierra de Ayacucho.