* Las encuestas como divertimento
* Nueva dinámica de la política colombiana
Las encuestas son instrumentos que, desde mediados del siglo pasado en Estados Unidos, sirven para medir las tendencias políticas. En Colombia se establecieron mucho tiempo después, en la década de los ochenta. A veces aciertan, a veces producen errores garrafales, como en el plebiscito para avalar el Acuerdo de La Habana.
Ante la debacle en los pronósticos, las firmas encuestadoras prometieron hacer ajustes. Desde entonces han incluido diferentes muestreos, entrevistas personalizadas y más consultados. En todo caso, como en muchas otras partes del mundo, los sondeos se mantienen como parte de la cultura política nacional. Además, son la comidilla de la opinión pública cada vez que se emite una de ellas.
Aun de este modo, el nuevo proceso electoral colombiano resulta bastante complejo. En estos tiempos, todavía más. Porque, en razón a la generalización de las consultas populares interpartidistas, adoptadas como instrumento para elegir candidatos únicos de entre muchas opciones, se ha instaurado una especie de primarias entre quienes se han reunido en coaliciones. O lo que también podría llamarse una tercera vuelta presidencial.
Por su parte, unos pocos pretendientes a la Casa de Nariño han dicho que no pasarán por el tamiz de las consultas. Pero los de mayor opción han primero decidido jugarse en una coalición y salir fortalecidos hacia la siguiente etapa electoral. En ese caso, solo puede hablarse hoy de precandidatos. Bajo esa perspectiva, tampoco es aconsejable confundir las diferentes etapas electorales, creando escenarios distorsivos. Hacerlo suele calificarse de error técnico.
Tal vez por ello, en estos días, se han producido resultados contradictorios. Pero también hay conclusiones congruentes en todas las encuestas. Una de ellas (la más notoria) el hecho de que el país se ha decantado por el coalicionismo electoral. Ya no se trata, pues, de las adhesiones o alianzas que se verificaban previamente, como pactos de salón entre dirigentes o partidos, sino que deben adoptarse popularmente.
Cierto es que, en las elecciones anteriores hubo un primer intento, a partir de las coaliciones lideradas por Iván Duque y Gustavo Petro, convirtiéndose en el “top of mind” de la contienda. Pero ahora es evidente que las coaliciones predominan y van a aglutinar la mayor cantidad de votos. Todavía más, con la gesta del Congreso jalonando. Lo que, en principio, resulta novedoso ya que es una variante decisiva frente al escenario acostumbrado del balotaje y la autonomía de las elecciones parlamentarias.
De hecho, de las consultas interpartidistas hacia la primera vuelta es factible que se pueda aspirar a conseguir el 50 por ciento más uno de los votos, eximiendo al país de segunda vuelta. Asimismo, dependiendo, en el interregno, de si se acotan las coaliciones. O si, por el contrario, el candidato seleccionado en la consulta respectiva se mantiene hacia la primera vuelta (que es lo más posible), esperando por una nueva coalición hacia la segunda (una especie de repechaje). Pueden darse, pues, varias opciones.
De otra parte, para una supuesta mejor aproximación del tema algunos han pretendido diferenciar las nuevas tendencias entre derecha e izquierda, y sus intermedios, al estilo francés. No pasa de ser un galicismo político. O al menos hay que registrar otra contradicción, puesto que en no pocas encuestas los votantes se declaran de derecha, en su mayoría, pero los resultados unipersonales son liderados por el candidato de izquierda.
El punto, en todo caso, es que con las coaliciones ha emergido en Colombia una nueva forma de hacer política. Faltarán todavía algunas por configurarse. Por lo pronto, aparecen con un peso excesivo sobre los nombres de los precandidatos en la lid. Hace falta, a no dudarlo, la plataforma programática como elemento prioritario de la unidad y la propuesta conjunta. En ese sentido, las coaliciones están apareciendo más como un asunto de maquinaria política que de propuesta ideológica. Esa es su falencia hasta hoy. Incluso, bajo esa premisa nominal, no deja de ser un albur que alguien vote por un precandidato y si este no gana en la consulta, se pase luego a otra coalición diferente. Lo que debe unir es el programa.
Pero de otra parte también hay que decir que, en tan poco tiempo, el país ha logrado configurar un escenario diferente a la polarización habitual. Siendo las coaliciones un método del consenso, es decir, una decantación de las ideas por la vía democrática, son un logro en el propósito de que se pueda elegir mejor, aun en medio del disenso natural de toda justa electoral. Ya se verá con los candidatos en firme…
- Inicie sesión o regístrese para enviar comentarios