Cúcuta: objetivo militar

* Lo que vale defender la historia

* Homenaje a los policías asesinados

 

Desde el ataque terrorista a la brigada 30 de Cúcuta hace unos meses y el atentado al helicóptero presidencial, en el aeropuerto Camilo Daza, la población del Norte de Santander no ha hecho más que sufrir tragedias como la que ocurrió anteayer, dejando dos sargentos antiexplosivos asesinados mientras intentaban desactivar un maletín con detonantes en el mismo aeródromo.

En ese sentido, el resultado pudo ser aún más dramático, puesto que el lugar estaba atiborrado de los pasajeros que tomarían los vuelos matutinos hacia diferentes partes del país. No hay duda alguna, pues, de que esa zona, de tanta importancia para Colombia, vive prácticamente una situación de guerra abierta con el terror. De hecho, la capital departamental se encuentra sumida en la incertidumbre y la zozobra, como pocas veces.

Asimismo, Cúcuta es unas de las principales ciudades colombianas y su área metropolitana configura uno de los centros urbanos más poblados. Precisamente, hace muy poco se celebraron allí los 200 años de la expedición de la Constitución de 1821, con todo tipo de actos de carácter nacional, lo que refrescó su honda raigambre histórica como corazón del nacimiento institucional de nuestro país.

Pero no solo eso. Desde las mismas batallas por la independencia, antes del nacimiento de la república, fue aquella una zona crucial para la conquista de la libertad (con Ocaña). Aunque justamente fue en Cúcuta, tras la liberación de la población anterior, donde el Libertador pudo iniciar la llamada Campaña Admirable para producir la primera toma de Caracas, gracias a las escuadras de oficiales y soldados granadinos que se le unieron desde Bogotá y el valle del Magdalena, por cuenta de las autorizaciones dadas por Antonio Nariño y Camilo Torres, en ese momento ya reconciliados.

Derrotados entonces los ejércitos españoles de Ramón Correa, en una batalla de sables similar a la de Junín, el camino quedó expedito y más adelante, en la misma Campaña Admirable, pudo comprobarse el talante heroico de personajes granadinos como Atanasio Girardot y Antonio Ricaurte. De ese modo, y a partir de estos hechos, se logró hacer un solo país de la actual Colombia (Nueva Granada) y Venezuela. Lo que no era fácil ya que, si bien así se había diseñado en los modelos institucionales de primera hora, hubo de correr mucha “sangre, sudor y lágrimas”, por decirlo de esta forma, para que se pudiera plasmar en la Constitución esa unificación territorial efectiva. Y que, para el caso, no fuera un simple texto constitucional impalpable, producto de una “república aérea”, como desdecía el Libertador de las abstracciones legislativas.

Ciertamente, desde la época de la colonia española la América meridional estaba dividida en el virreinato granadino, la capitanía venezolana y la presidencia quiteña. Pero desde los propios albores de la independencia se daba por descontado, al menos conceptualmente, que lo sensato e indeclinable hacia el futuro era hacer de estos tres componentes una sola nación, como evidentemente parecía indicativo del marco global de sus ecosistemas, el desarrollo conjunto de las riquezas por venir, la naturaleza similar de sus habitantes y la cultura en mucho compartida, aun con sus pequeñas diferencias. Tanto así que se escogió el nombre de Colombia, tierra de Colón, como insignia de ese país nuevo.

Sin embargo, ese destino manifiesto, adoptado a partir de sus propias evidencias, pronto se vino a pique como resultado fatídico de los personalismos parroquiales y el temperamento apocado y deleznable para soportar un designio colectivo de semejantes características. En efecto, ese derrotero territorial que desde el principio se había autoimpuesto Simón Bolívar de epicentro de las luchas, al lado de la libertad, entró en colapso por cuenta de la ceguera futurista casi inmediata de sus lugartenientes y desde entonces se vive bajo el espectro de lo que pudo haber sido y no fue.

Efectivamente, en estos dos siglos, a hoy, las cosas han venido de mal en peor, a distancias abismales y temerarias de los postulados bolivarianos esenciales. Hasta llegar al punto actual donde, sometido el pueblo venezolano al empobrecimiento agudo, la hambruna permanente y el fraude del régimen, ahora se tiene el propósito de hacer caer a Colombia en la misma insania, en alianza con los terroristas no desmovilizados o reincidentes de las Farc, el ELN en ascenso y la caterva criminal de toda índole establecida en la frontera.

Hemos hecho este recuento histórico, no por capricho, sino para señalar lo que se esconde detrás del asesinato de dos humildes suboficiales colombianos, que merecen todo el homenaje del país. Ya no es solo la pérdida del Catatumbo y la desintegración de la frontera, sino la declaratoria de Cúcuta como objetivo militar geopolítico. De nada vale celebrar la Constitución de 1821 y hacer los parangones académicos con la actual de 1991, si no se tiene el valor de defender con ahínco lo que nos quieren quitar a sangre y fuego.