El documental estará en la Cinemateca de Bogotá hasta el 23 de diciembre
“María Salvaje”, la vida de los Amorúa en Puerto Carreño

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Durante ocho años, la directora y antropóloga Liliana Sayuri Matsuyama Hoyos siguió la transición de la infancia a la adolescencia de María, una pequeña del pueblo indígena amorúa en Puerto Carreño, nieta de nómadas que anduvieron durante siglos por las llanuras del Vichada.

Resultado de este trabajo surge “María Salvaje”, un documental donde María se convierte en la excusa para develar la relación de este pueblo indígena con su entorno, con el mundo de los “racionales”, como ellos nos llaman, y cómo esta sociedad los ha llevado a situaciones de necesidad y pobreza. Película que llegó a la Cinemateca de Bogotá el pasado 15 de diciembre e irá hasta el 23 de este mes, y posteriormente recorrerá varias ciudades del país, como Cali y Medellín.

Así lo informó a EL NUEVO SIGLO la directora y antropóloga Liliana Sayuri Matsuyama, quien llegó a Puerto Carreño en el año 2007 a trabajar como antropóloga en la restitución de los derechos de los menores y adolescentes indígenas.

Allí conoce a los amorúas, grupo indígena nómada que habita las cuencas del río Orinoco y Meta en los límites entre Venezuela y Colombia. Aunque no se cuenta con un estudio significativo sobre su trayectoria o situación actual, desde 1991 aproximadamente se concentran especialmente en la reserva del Casanare, en el resguardo de Caño Mochuelo y en las inmediaciones de Puerto Carreño, una zona de frontera, precaria, aislada y agreste.

Allí, Liliana conoce a Matilde, María y su familia, a quienes se esfuerza en entenderlas, pasar tiempo con ellas y contar su historia, al ver que las niñas se habían criado en el pueblo, lejos de los lugares que su abuela Matilde había recorrido.

Matilde nació en tiempos en los que los amorúas aún no conocían a los blancos. Lideresa de su clan, ha establecido su rancho de plástico en la periferia del pueblo, entre rocas y árboles de mango. María, su nieta, fue criada en sus primeros años en un hogar sustituto asignado por el Estado, tras la muerte de su hermana gemela por desnutrición; sin embargo, su abuela Matilde logró su retorno para criarla bajo su cuidado, pero sin perder el contacto con los “racionales”. A pesar del deseo de su abuela, María no aprende a leer ni a escribir, suele caminar descalza por las calles del pueblo y a fugarse del rancho de su abuela. La directora les propone hacer un viaje a su territorio ancestral hacia los ríos Tomo, Vichada y Orinoco con sus sabanas, bosques y cerros.



El pulso de la grabación

Tiempo después, la directora se marcha de la zona y viaja a España, pero con la firme intención de regresar. Cuando lo hace, se reencuentra con una María adolescente que le parece definitivamente más cercana a esos ríos, a las rocas y a las sabanas que al pueblo, con su rebeldía intacta, pero enfrentándose de manera desbordada a una sociedad en la que no es posible encontrar su lugar. Tras largas horas de investigación, grabaciones, conversaciones, encuentros y un sinfín de vivencias, cobra forma “María Salvaje”, una obra donde la niña se transforma en mujer frente a nuestros ojos, en medio del mundo de los “racionales”. Lejos del juicio moral, este documental es un retrato incómodo de una realidad de la que poco se habla, lanza preguntas apremiantes sobre el futuro de María y tantos otros jóvenes indígenas exiliados de su tierra y su cultura, en un universo de miseria, narcotráfico y prostitución que no brinda un espacio de integración, cuidado o respeto.

Matilda nació en tiempos en los que los Amorúa aún no conocían a los blancos, líder de su clan, ha establecido su rancho de plástico en la periferia del pueblo.

“Cuando llegué a Puerto Carreño, sentí que había un abismo de comunicación entre los amorúas y nosotros. Salvaje ha sido una idea con la que se ha discriminado y señalado a los pueblos indígenas, en contraposición a la 'civilización'. Al inicio, la teoría antropológica que había aprendido me indicaba que políticamente era incorrecto usar una palabra como 'salvaje', pero con el tiempo llegué a encontrarle sentido. Especialmente en el caso de María y su familia, entendí que ella tenía un espíritu salvaje, libre, indomable, nómada y que eso los había mantenido como un clan con identidad y dignidad, en medio de un contexto de discriminación visceral contra los indígenas amorúas”, relata la directora.

La cineasta y antropóloga estudió documental de creación en Barcelona, estudios culturales en Okinawa y antropología en Colombia. Es realizadora de ensayos visuales y creaciones colectivas resultado de investigaciones socioculturales; es miembro de Alados, Corporación Colombiana de Documentalistas. Tras 15 años de trabajo continuo presenta “María Salvaje”, documental que ha recibido importantes reconocimientos como el premio Documenta Caracas 2019, fue parte del Taller Documental del FICCI Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias en 2016 y recibió la Beca de Antropología Visual Nina S. de Friedemann 2012 del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), entre otros, lo cual se logra gracias a la convergencia de un equipo conformado por más de veinte personas, donde se destaca la presencia femenina.