No hay duda que el caso Santrich puso a temblar la continuidad del proceso de paz y su etapa del posconflicto. Nuevamente se establece tremenda excepción a nuestra institucionalidad, esta vez en el sistema penitenciario; ¡si es cierto!, el sistema carcelario colombiano, permite en ciertos casos reclusión en lugares especiales, y así se ha hecho con altos funcionarios, por el riesgo que corren y por la alta investidura que detentaron; por ello permanentemente vemos exministros y exgobernadores y altos oficiales recluidos en estaciones de policía o en cantones del ejército; pero lo que no habíamos visto nunca es que esto sucediera en instalaciones eclesiásticas como lo es la Fundación de la Pastoral Penitenciaria, con autorización de la Conferencia Episcopal; pero también con la protesta de importantes prelados como el mismo Presidente del Tribunal Eclesiástico colombiano, Monseñor López y el Capellán del Congreso de la República, Monseñor Mercado; sin embargo, la recepción del personaje reclamado en extradición fue autorizada y cada obispo manda en su diócesis.
¿Cuándo la Iglesia Católica había aceptado la reclusión de un reo en sus instalaciones? No tenemos recuerdo de algo similar en el pasado reciente, a pesar de las continuas y permanentes obras humanitarias que mantiene en nuestro territorio. Pues el Sr. Santrich es pionero debutante, que además, tiene las siete vidas del gato, pues es imposible una huelga de hambre de más de treinta días; o es cuerpo glorioso y merece estar incluso en un lugar más santo, o está comiendo de contrabando.
Las razones que se han esbozado son de carácter humanitario; las que debe mostrar la sociedad colombiana y las mismas que nunca se observaron en la guerrilla con los secuestrados. Yo me pregunto, ¿será que a todos los prisioneros que de aquí en adelante entren en huelga de hambre, van a recibir el mismo trato; no solo por las autoridades del Gobierno autorizando un convento para su reclusión, sino que la Iglesia los va a seguir prestando? Francamente se debió acudir más bien a las razones de seguridad, que no se pueden garantizar en comandos y cantones; pero acudir a las humanitarias, no solo no le salen a quien quiere acabar con su vida, decisión por demás respetable, sino que se metieron en una trampa para atender a los futuros presos en huelga de hambre, que seguro vendrán, pues realmente lo que les falta es la huelga, porque el hambre lo tienen todos los acinados presos colombianos.
Seamos honestos; las razones no son las humanitarias que predican; la realidad es que están encartados con el huelguista pedido en extradición. El precedente no puede ser peor; nuevamente se rompe en Colombia el derecho a la igualdad y la tradición institucional so pretexto de alcanzar la anhelada paz. Debemos entender que el Sr. Santrich está pedido en extradición, por una Corte extranjera, al parecer por delitos cometidos después de la firma de los acuerdos de paz. Es la Corte Suprema de Justicia la competente para dar su concepto sobre la misma y el Presidente de la Republica, quien discrecionalmente puede o no enviarle al país que lo reclama, asumiendo las consecuencias políticas de su decisión.
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