“Es una forma de expresar disgusto”
En Colombia, a propósito de las próximas elecciones presidenciales, existe confusión en el común de las gentes, especialmente en aquellos que no militan en movimientos políticos específicos ni profesan ideologías extremas, quienes afirman que sin propuestas concretas no hay por quien votar. Comunismo o capitalismo son alternativas utilizadas como argumento de campaña para polarizar la opinión, infundir miedo y estimular la confrontación de clases.
De esta forma, creen que participar con su voto no contribuye al buen futuro del país sino a satisfacer la confrontación personal de los candidatos en contienda y asimilada por un electorado emocionalmente vulnerable a la manipulación.
Así las cosas, votar a favor de uno cualquiera que represente los extremos no es garantía de nada para nadie, en cambio la incertidumbre reinante es total.
La paz, siendo una razón suficiente para haber subsanado las diferencias, se ha echado al olvido convirtiéndose en un tema cada vez más lejano.
Satisfechos deben estar los que siempre se opusieron y han promovido hasta lo imposible por que los esfuerzos por el diálogo para llegar a un acuerdo con los alzados en armas se malogre. "El diablo es puerco", afirma un dicho popular.
Abstenerse de participar en las elecciones es hacerse a un lado de manera irresponsable; votar en blanco es dejar de opinar, mientras anular el voto es una "forma de expresar el disgusto", determinación con la que obviamente no comulgamos pero que ha comenzado a hacer carrera.
Se dice que al votar en blanco se favorece al candidato que obtenga las mayorías, lo cual tampoco es cierto, pero quienes así lo consideran entonces piensan más bien en anular su voto.
En ese orden de ideas, dañar el tarjetón o utilizar cualquier enmendadura o tachón para provocar su anulación es algo a lo que juegan muchas personas que van a las urnas a expresar su indignación por lo que está sucediendo, a riesgo de cometer un delito electoral.
Así las cosas, el voto nulo, termina convertido en un "voto protesta".
No solo basta con abstenerse deliberadamente, hay quienes están interesados en ir más allá y reclamar de esa manera.
Un famoso columnista manifiesta que "en nuestro país no existe cultura para votar y que falta impartir pedagogía al respecto por parte de la Registraduría", pero las cifras, nos atrevemos a creer, sugieren un problema de mayor complejidad.
Veamos cómo en las elecciones del pasado 11 de marzo, para Senado hubo 1'136.593 votos nulos y para la Cámara de Representantes 651.743, o sea un total de 1'788.336 votos anulados; 1'415.243 no marcados, cifras exageradamente altas.
Por su parte, los votos en blanco fueron 1'640.673, lo cual no solo puede atribuirse a la ignorancia o descuido sino que se trata de una decisión consciente, si bien no en todos los casos, en buena parte de ellos.
Hay mañas que conducen a la anulación del sufragio como por ejemplo no marcar nada, señalar más de un candidato o partido; marcar dos veces el voto en blanco o escribir palabras en el tarjetón, cualesquiera que sean.
La abstención siempre ha sido alta, igualmente los votos en blanco aumentan, pero en medio de la confusión y la insatisfacción del elector los "votos nulos" también tienden a subir.
En consecuencia, la verdad "monda y lironda", porque así lo comenta la gente, es que hay quienes lo hacen de adrede, por su propia voluntad, con plena advertencia y total convencimiento, simplemente porque consideran el voto nulo como "otra opción".
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