Era necesario promover un gran acuerdo nacional que busque rescatar los aspectos positivos que ofrezca el Acuerdo que no fue refrendado en el plebiscito del pasado dos de octubre. Hay que consensuar con las diferentes expresiones de la sociedad los ajustes que en forma inexorable se impone introducirle al Acuerdo Final de Paz, como consecuencia del triunfo del No en las urnas.
El “apogeo” de las Farc en Cartagena se convirtió, el 2 de octubre, en el “oso” del Gobierno. Este y los numerosos asistentes internacionales hicieron el ridículo. Cantaron victoria antes de tiempo, dando por anticipado que con el inmenso gasto en propaganda, tanto al interior, como al exterior, los colombianos se tragarían los “sapos” de las enormes concesiones a la guerrilla, con el argumento de que la paz, en este caso la paz con las Farc, siendo un “derecho constitucional” justificaba cualquier concesión que se le hiciera a los subversivos de Timochenko.
Todo estaba dado para que el pueblo colombiano se pronunciara por el Sí, pero ¿Qué pasó? Varias cosas. A mi juicio voy a enumerar solo unas de ellas:
Quedó claro que la paz no ha sido derrotada y que solo prevaleció marcada desconfianza de un eventual cumplimiento de las Farc, si se tiene en cuenta su execrable pasado.
Como Colombia es el país de las sorpresas, luego del resultado del domingo, tomó fuerza, desde sectores de oposición, el respaldo al Acuerdo Final y en tono menor, sugieren encontrar caminos de entendimiento con todas las fuerzas políticas.
Plantean propiciar consenso para nuevo esquema en aplicación de justicia, reparación a víctimas y participación política. Cierto, pero con cara de oportunismo.
Una vez conocido el resultado del plebiscito por la paz, quisiera plantear un espacio de reflexión e introspección teniendo en cuenta que se produjo un resultado totalmente inesperado que obliga al presidente JMS a renunciar, por lo menos si estuviera en Inglaterra renunciaría.
El preámbulo se refiere al ofrecimiento espontáneo de perdón de parte del señor Timochenko. Analicemos, entonces, desde el punto de vista económico lo acontecido.
No tiene buena cara hoy el país para someterlo a amargos proyectos. Sin embargo, lo que viene es ineludible. La temida reforma tributaria.
Muchos saben que vendrá, pocos la conocen y casi nadie ha tenido acceso a ella.
En medio de vicisitudes de la paz, Gobierno y Congreso tendrán a partir de la próxima semana una nueva prueba que ajustará cinturones y apretará presupuestos.
Independientemente de los resultados del plebiscito, me atrevería a afirmar que la gran mayoría de los colombianos quieren la paz como política pública, que el Estado recupere el control del territorio y el monopolio de las armas, y que los guerrilleros cambien sus balas por las palabras.
Santos y las Farc fueron quienes pactaron y decidieron realizar un plebiscito. Desde la oposición sugerimos el referendo asunto por asunto para que tuviéramos claridad sobre los temas a renegociar, y un compromiso claro de las Farc y el Gobierno de aceptar la voluntad popular. Prefirieron una pregunta de Sí o No, a todo -con efecto vinculante sólo para el Presidente-. Si el Gobierno y las Farc decidieron consultar así, deben ser capaces de actuar en consecuencia. ¿No, no era esa una respuesta posible del proceso? ¿O es qué no tenían ningún plan para cuando ganara el No?
Digamos una vez más que el plebiscito no era necesario porque el Jefe del Estado está autorizado constitucionalmente para adelantar el proceso de paz y celebrar acuerdos con miras a alcanzar la paz.
Tal es el objetivo, y no lo podemos confundir con los medios para lograrlo. No todo medio es válido en búsqueda de un fin loable. Por eso, no se podía confundir el Acuerdo con la paz.
El pueblo colombiano quedó perplejo con los resultados del plebiscito del pasado domingo. Y por su puesto en el ámbito internacional no se comprende cómo un país con cincuenta y dos años de conflicto armado no haya refrendado un acuerdo para su terminación. Por otra parte fallaron todos los encuestadores que daban una victoria amplia del Sí. Los amigos del No trabajaron por tener una buena votación pero pocos, por no decir casi nadie, creyeron que ganarían.