El pueblo colombiano quedó perplejo con los resultados del plebiscito del pasado domingo. Y por su puesto en el ámbito internacional no se comprende cómo un país con cincuenta y dos años de conflicto armado no haya refrendado un acuerdo para su terminación. Por otra parte fallaron todos los encuestadores que daban una victoria amplia del Sí. Los amigos del No trabajaron por tener una buena votación pero pocos, por no decir casi nadie, creyeron que ganarían. Lo que además es muy triste es que ante semejante importancia del objetivo del plebiscito como era la paz de Colombia, la abstención haya llegado a una cifra superior del sesenta por ciento. Y también en muchos casos los electores votaron reprochando actitudes del gobierno o defendiendo sus propios intereses.
Para poner solo dos ejemplos, los pensionados votaron contra la versión que ronda sobre el impuesto que se le va a aplicar a sus mesadas en la próxima reforma tributaria; por otra parte los taxistas lo hicieron contra la ineficiencia del Estado en el manejo de lo que ellos consideran un negocio ilegal, como es el caso de Uber.
Pero lo que es cierto y claro es que la gente que votó No al plebiscito también quiere la paz. De tal forma que su negativa se refiere a la forma en la que se pactó la misma, porque en el deseo de acabar con tantos años de violencia y muerte que hemos vivido en nuestro país, coinciden con los votantes del Sí. Esta es la razón que nos hace pensar en la necesidad de comprometer más colombianos al proceso y que éste sea visto como lo que es, una política de Estado y no de Gobierno.
Fueron muchos los artículos que en el reciente pasado escribí en este sentido, pues considero que es la única manera para que la solución del conflicto armado sea sólida y duradera. La convocatoria a un gran acuerdo nacional donde escuchemos y atendamos las iniciativas y objeciones de todas las fuerzas políticas, cívicas y sociales del país es el camino. Esto no quiere decir que sea una tarea fácil. Es factible que las Farc aduzcan su negativa a renegociar el acuerdo político de terminación del conflicto armado al que llegaron con un Presidente que gozaba de facultades constitucionales para hacerlo y sobretodo un acuerdo que ya fue entregado a Naciones Unidas y a los organismos internacionales. Sin embargo, como de lo que se trata es de sacar adelante un acuerdo por la paz, es necesario actuar con grandeza, reconocer los errores, renunciar a mezquindades, egoísmos y protagonismos y abrir las puertas a un pacto incluyente.
Es el momento de actuar con patriotismo y responsabilidad. Solo así estaremos creando reales caminos a la paz de todos los colombianos. Todas las voces a las cuales me uno quieren rodear la legitimidad institucional en cabeza del señor Presidente. Solo un replanteamiento audaz y capaz de reunificar la Nación por un objetivo común es el camino. Ese objetivo podemos construirlo entre todos. La decisión de dejar vigente el cese bilateral del fuego ha sido correcta y nos da un aliento para el tiempo que necesitamos del gran acuerdo nacional que aspiramos se dé en los próximos días.
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