Nada parece caracterizar mejor al candidato republicano a la Casa Blanca, Donald J. Trump, que su pulsión destructiva. A pesar de su eslogan de campaña, ninguna de sus propuestas apunta a construir nada, ni mucho menos a recuperar la grandeza presuntamente perdida de los Estados Unidos. Incluso la promesa de levantar un muro en la frontera con México encubre en realidad una demolición.
En el afán por levantar el paro U’va que tuvo lugar en el primer trimestre del 2014 se firmó, el 1 de mayo de aquel año, en Cubará- Boyacá, un acuerdo entre el Gobierno y la comunidad indígena , cuya primera cláusula dice así : “se inicia el proceso de clarificación para el reconocimiento de los Títulos Coloniales por parte del Gobierno y la Nación U’va con el respectivo plano o mapa en un plazo de dos meses, y con ello demuestran la buena fe en los procesos de diálogo”.
¿Quién no quisiera, en el fondo, tener paz interior? ¿Quién no desea, finalmente, lograr estados de armonía? Creo no equivocarme al decir que todos, pues en esencia somos luz. No es que la luz del sol nos alumbre cada día; es algo más profundo y sutil a la vez: la luz es nuestra naturaleza, es de lo que estamos hechos. Somos energía, a la vez magnética que atrae y eléctrica que repele. Entonces, si todos estamos llamados a brillar desde nuestro interior, si cada quien puede convertirse en un faro inspirador, ¿por qué nos empeñamos en apagar nuestras propias luces y las de los demás?
Como los liberales no creen en los principios morales y éticos por cuanto para ellos todo es relativo y las acciones humanas dependen de las individualidades de cada quien y toda vez que para los socialdemócratas la moral y la ética son únicamente instrumentos de dominación de las élites para con el proletariado, no les preocupa que la mentira y el engaño se conviertan en máxima de conducta, ni siquiera en tratándose de los asuntos públicos o de gobierno.
En estas dos últimas semanas se realizaron de los Estados Unidos las dos convenciones partidistas de los republicanos y de los demócratas, para escoger a sus respectivos candidatos presidenciales. Por los primeros fue elegido el magnate Donald Trump. Por los segundos la senadora Hillary Clinton. Ambos eventos constituyeron verdaderos espectáculos circenses, que fueron televisados a cuarenta millones de televidentes. A diferencia de nuestras convenciones políticas, a éstas asisten todos los estamentos sociales y culturales del país. Son verdaderas fiestas de la democracia moderna.
Hay tres referencias a Daniel Coronell que llaman la atención: a) reportaje a María Isabel Rueda (El Tiempo, noviembre 17) donde pone énfasis en el chequeo de las fuentes y se manifiesta acuerdo, b) artículo de Coronell “La sencilla tarea del reportero” (Semana, enero 31-febrero 7, 2016, No. 1761) en que afirma “Nuestro trabajo tampoco es impartir justicia” y se interpretó así: los medios de comunicación se convertían en justicia paralela a la consagrada en la Constitución y las leyes.
“El liberalismo y el conservatismo, son robustas ramas de un árbol poderoso que es Colombia”. H.G.A.
Todos los estados que desean contar en forma sincera y franca con sus gobernados, les gusta que éstos se manifiesten sobre todos los asuntos que tienen que ver con él. De ahí que, salvo los estados presididos por tiranías o digamos por gobiernos que hacen caso omiso de sus gobernados o sencillamente no les interesa o hacen el simulacro que sí les interesa convocando a los ciudadanos a participar en simulacros de elecciones en las cuales, suele suceder que la participación que se conoce es muy próxima al ciento por ciento siendo los resultados aquellos que previamente se han diseñado.
“De lo que no se puede hablar es mejor callar” escribió Wittgenstein en su Tractatus Logico-Philosophicus; la sentencia de este lógico y matemático austriaco (Viena, 1889 - Cambridge, 1951) bien podría ser acogida como brújula por los hablantinosos de derecha e izquierda, del gobierno y la oposición, de la capital y la provincia, del sector público y privado, de la academia y de esta séptima vertebral.
Interesante que tantos partidos, corrientes y estéticas quieran poner su grano de color a la campaña del SÍ. Pero, ojo con ese ‘collage’ de egos, en algo tan sensible como la respuesta más importante de un país: la que definirá el futuro de -al menos- los próximos 100 años de esta esquina de América.
Mientras el tren estuvo varado, sin carbón y con el maquinista intentando sobrevivir en un costal de anzuelos, pocos creyeron en la entonces máquina de la incógnita (llámese proceso de paz), y no ayudaron para que pudiera iniciar su recorrido al futuro.