Interesante que tantos partidos, corrientes y estéticas quieran poner su grano de color a la campaña del SÍ. Pero, ojo con ese ‘collage’ de egos, en algo tan sensible como la respuesta más importante de un país: la que definirá el futuro de -al menos- los próximos 100 años de esta esquina de América.
Mientras el tren estuvo varado, sin carbón y con el maquinista intentando sobrevivir en un costal de anzuelos, pocos creyeron en la entonces máquina de la incógnita (llámese proceso de paz), y no ayudaron para que pudiera iniciar su recorrido al futuro.
Ahora, cuando las cosas están sensiblemente menos confusas; cuando presidentes, obreros, campesinos, obispos, sindicalistas, empresarios, cantantes y hasta el Papa (literalmente) respaldan lo que se está haciendo por terminar el conflicto armado, sería imperdonable que la unidad de quienes están alrededor del NO, derrotara a quienes apoyan el SÍ.
El NO, casi siempre de corte mussolinesco, es demasiado peligroso. Pero a todo espanto todo honor: Los nóofilos están unidos, mientras en los siófilos se ha desatado un pluri-vedetismo innecesario.
A nadie debería importarle el color de la bandera que respalda un proceso de paz; ni lo bien o mal que nos caigan el autor intelectual, o quienes le endosaron su voz y tenacidad a trabajar por el fin de la guerra. Convendría recordar que la paz es el domo, la sombrilla gigante, la capa de ozono (amenazada, imprescindible y protectora); el fin último y primero; esa cosa inmensa, esa meritoria, fuerte -y a la vez vulnerable- obra de arte llamada a preservar a la humanidad.
Si Santos escogió a Gaviria para liderar la campaña del SÍ, dejémoslo que haga la tarea, y recemos para que la haga bien. No lucen los dirigentes de los partidos, cuando declaran -en inmadura rebelión- que no acatan la jefatura de Gaviria, y que cada quien, ungido de una creatividad que no tiene, lanzará su propia campaña.
Necesitamos una campaña (no 20) y un solo foco (no una fábrica de bombillos fundidos). Quienes respalden el proceso de paz deberán estar encausados al mismo objetivo, bajo la misma consigna, sin dejar cabos sueltos que sirvan de liana a los intereses partidistas.
Me hubiera gustado mucho más alguien como el Padre de Roux que César Gaviria. Pero en este punto y hora, acepto lo que hay. Critiquemos constructivamente cuando sintamos que va mal, pero no permitamos que tanto futuro caiga en manos de políticos disputándose la primera fila en la foto.
Nos sobran enredos, como para tener que paladear a Armandito Benedetti, a lo que queda de amarillos, azules, rojos y verdes, a los tornasol y los camaleón, compitiendo por cuál campaña les dará más réditos.
Uribe convoca y aglutina. Tiene algunos seguidores decentes, honestamente convencidos, y muchos horribles y peligrosos. No es un contendor fácil, así es que más vale no dividirnos.
El SÍ tiene a su favor su esencia misma; el hastío de la guerra, el trabajo incansable de Jaramillo, De la Calle y su gente. El respaldo de las víctimas, la lógica de la convivencia y las neuronas de Enrique Santos. Y le sobran -al SÍ- una cantidad de lagartos que calladitos lo harían mejor.
ariasgloria@hotmail.com
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