GLOBAL
Desencanto

No hay asunto global ni nacional que no sea salpicado hoy por hechos de corrupción. Ningún punto de vista escapa al fantasma dañino de la sociedad.

Abordar cualquier frente de la política, la economía y los negocios, implica necesariamente, mencionar la corrupción como el principal enemigo de la confianza ciudadana.

Medios de comunicación destapan a diario ollas a presión con un variado menú de sobornos, estafas, sobrecostos y abusos con recursos públicos.

Lo peor es que órganos de control y justicia, los mismos que denuncian y condenan, son los que salen peor librados en la opinión ciudadana. Las gentes no les creen pese a que por ejemplo, la Fiscalía, viene actuando con mano dura.

Está de moda la corrupción. Es la tendencia en redes sociales. Los hogares parecen aprender a convivir con la actualidad nacional: se siguen robando el país, nos continúan estafando, persisten trampas, coimas y abusos de poder.

La economía tiene un nuevo índice torcido de medición de crecimiento: el nivel de corrupción. Un nuevo indicador económico.

La política, aliada de vieja data de prácticas corruptas es poco o nada lo que hace para mejorar entorno social.

Es tal el desencanto que noticias sobre corrupción pasan casi desapercibidas entre lectores, oyentes y televidentes.

Las campañas de socialización contra corruptos lucen frías e indiferentes. O no las ven, o no les paran bolas.

En lugar de dedicarle espacio al drama de 62 millones de refugiados en el mundo, 20 millones de indocumentados en Estados Unidos en riesgo de ser deportados, millones de menores que mueren de hambre, sed y desnutrición,  más de 75 personas que ya murieron por el invierno en Perú, caos humanitario venezolano por represión, violencia y odios nacionalistas, damos prioridad a informes sobre corrupción.

La culpa es de bandidos que por años aprendieron cultura de lo ilegal. Tentáculos del hampa rompieron fibras más sensibles de la ética y la moral con resultados desastrosos para dineros destinados a inversión para los pobres.

Fondos para la prosperidad, agua potable, escuelas, centros médicos, maestros rurales y obras civiles con generación de empleo, siguen quedando en el bolso grande de saqueadores y amigos de prebendas, sobornos y trampas.

La corrupción es el árbol que no permite ver el bosque de la prosperidad. Es la pata coja de la democracia, el punto de quiebre del Gobierno, el descrédito de la clase política y una tentación para actores del sector privado.

Es preciso encumbrar la política como expresión de partidos fuertes, sólidos, independientes y pluralistas que intenten recobrar la confianza y la dignidad.

La próxima campaña presidencial será crucial para cambiar el actual escenario político, turbio y no digno de crédito.

La democracia requiere candidatos con el país en la cabeza, pero ante todo con honradez, responsabilidad y buenas prácticas en el corazón y en la razón.

Elecciones en mayo de 2018 limpias de dudas, manchas, politiquería y desprestigio. Nadie con pasado sucio. Aspirantes que recobren el liderazgo y el norte perdidos.