BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD
Falsa noticia

El Círculo de Periodistas de Bogotá,  en el auditorio de la Universidad Central, realizó un Foro   para discutir los traumas  que  se derivan  de la divulgación de información mentirosa y agresiva,  principalmente en relación con el debate  político que  el país enfrenta.

Los ponentes aludieron al complejo acontecimiento extendiendo su observación no solo en cuanto a Colombia corresponde sino, también, internacionalmente y, en ese orden,  aludieron a lo ocurrido en los EE.UU., durante la campaña de la elección del señor Trump.

Ciertamente hay que  reconocer que la información tanto  interna como internacional se ha trastornado y la duda  ha invadido la credibilidad, a tal punto que la regla general es desconfiar  de lo que los medios formales o informales reportan.

El hecho no es nuevo, ha sido una tradición. Los juglares, en la antigüedad, divulgaban sucesos reales o fantasiosos y de esa forma fue surgiendo una ocupación que trascendió y en la medida en que la civilización fue transformándose por el descubrimiento y la cultura, esa actividad se convirtió en un factor de poder como lo es ahora. Su protección constitucional es justificada;  es una razón de libertad pública y ahí radica el conflicto. El abuso de la libertad es una tendencia natural por parte de quien no tiene ética.

 Y es  este último aspecto el que hay que examinar. Muchas noticias, en estricto sentido, y conceptos u opiniones que se divulgan en los medios, no se someten a la ética. Y sus causas son variadas. Una, la más común, es que el comunicador es un empleado que  se interesa por el sueldo y no por la verdad en su oficio. La verdad a medias es la peor de las mentiras. Otros, en la T.V,  satisfacen su egolatría narcisista y no pocos  se valen de su instrumento para adular a  “dioses” y recibir de ellos  bendiciones.

¿Qué solución es posible? Así como a los abogados se les exige cumplir principios éticos consagrados en la ley, de la misma manera debe hacerse en ese oficio. La doctrina constitucional  sostiene que el periodismo es una función pública, pues su ejercicio etiológicamente vincula  a la comunidad. En ese orden, establecer unos principios éticos mínimos que reglamenten su ejerció no será nunca una restricción  a la libertad de expresión. Su efecto, debe extenderse a compilar la presión social como garantía de respeto a la opinión del público.

Las escuelas de periodismo deben promulgar  ese valor. Igualmente hacerlo en el campo comercial que explota este oficio (Rupert Murdoch). Pedagógicamente, educar  con “sopa de letras” al aprendiz, advirtiéndole que no sostenga como periodista lo que no  pueda defender como caballero. Esa fue la lección que mi padre me inculcó y practicó a lo  largo de su vida, siendo  corresponsal de guerra en épocas de la tragedia política de este  país.

Murieron los colegas ecuatorianos, asesinados por el estímulo de los enemigos de la paz. ¡Quienes luchan para sostener la guerra!