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Tras la exitosa mediación entre persas y saudíes que pondrá fin a la guerra de Yemen, el régimen de Pekín quiere gestionar su plan de paz entre palestinos e israelíes.

Tal como ha sido explicado, el esquema consiste en “la reanudación de las conversaciones de paz entre Palestina e Israel con la implementación de dos Estados y el establecimiento de un Estado independiente de Palestina”.

Esto se suma a su reciente propuesta para mediar entre Vladimir Putin y Volodimir Zelenski, siendo la iniciativa que actualmente sobresale en el panorama, y la que más ha recibido atención y estudio, sobre todo, por parte de los europeos.

O sea, que al tiempo que establece una Alianza Estratégica Ilimitada (AEI) con Moscú y se expande por el globo, China prepara el asalto de Taiwán, pero despliega toda su heurística diplomática para convertirse en árbitro de los conflictos más acuciantes del planeta.

Dicho de otro modo, los chinos han estudiado perfectamente la historia de los imperios y es sobre las lecciones aprendidas que quieren desarrollar su programa expansionista.

Primero que todo, han identificado a su contrincante esencial, en este caso, los Estados Unidos.

Segundo, han establecido un propósito fundamental: la unificación nacional, lo que implica ocupar a Taiwán, tarde o temprano.

Tercero, han acumulado suficiente poder económico global con el fin de manejar cautelosamente los dos escenarios anteriores.

Cuarto, no parecen dejarse disuadir por su antagonista para lograr la reunificación, o sea, quieren seguir el ejemplo de Putin con Crimea y el Donbás.

Quinto, han concentrado suficiente capacidad técnica y militar como para pretender desplazar al adversario principal de sus áreas de influencia natural.

Sexto, han puesto en marcha iniciativas informativas, cognitivas, cibernéticas y discursivas lo suficientemente atractivas y legitimadoras de la causa expansionista.

Y séptimo están convirtiendo su rol como potencia con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el de un actor híbrido y simbiótico no agresivo sino mediador, componedor y moderador de conflictos críticos globales.

Entonces, con este perfil poliédrico y polifacético, los chinos no solo podrán influir en todas las esferas de poder a escala global, sino que podrían llegar a desanimar a sus oponentes de atacarlos.

En ese sentido, no hay duda de que la creatividad china ha dado un giro de 180 grados con la conducción de Xi Jinping.  

Un giro que, medido en el tiempo, puede equivaler a varios lustros, trabajando al alimón con sus avezados socios del Kremlin.

De continuar esta tendencia, y a juzgar por sus maniobras estratégicas, no sería de extrañar que, más temprano que tarde,… ¡Pekín aparezca por acá exponiendo su propio plan para tratar de destrabar y acelerar la llamada ‘paz total’! 

vicentetorrijos.com