Por estos días, es inevitable pensar en Moi, Pierre Riviere, la estremecedora recopilación de Foucault.
El texto se convirtió en una guía para reflexionar sobre la violencia, a partir del parricidio, la muerte dada a un pariente próximo, especialmente al padre o a la madre.
Muerte que, metafóricamente, puede darse en política cuando un delfín, o un designado, atenta contra el mentor que le labró el sendero.
No se sabe con exactitud si el expresidente Uribe ha sido varias veces víctima de semejante conducta, pero conviene explorar el fenómeno a la luz de los acontecimientos recientes.
Dicho en otros términos, cuando Uribe escoge a Duque para promover su candidatura, era consciente de que ya no había reelección en Colombia.
Al no poder ser reelegido, lo que Duque hiciera o dejara de hacer durante su periodo, impactaría directamente en la suerte del Centro Democrático para el 2022.
Por eso, desde el primer momento, Uribe ejerció lo que podría llamarse ‘tutelaje pedagógico’ sobre el joven Presidente.
Discretamente, él empezó a desempeñar esa tarea con respeto, mesura, prudente distancia y, por supuesto, afectuosa pero tangible firmeza.
Probablemente, temía, como es apenas natural que lo temiera, que fuese a padecer de nuevo la enorme frustración que le produjo la actitud de quienes, en su momento, quebrantaron su condición de epígonos.
Tal vez un primer sinsabor lo tuvo cuando Duque hizo explícito que no era un gobernante de derecha sino “de centro”.
Pero, también, cuando muy tempranamente, a finales del 2018, se vio en la obligación de pedirle que corrigiera el rumbo porque “si Duque no endereza, a todos nos va a ir muy mal”.
Como sea, con esta advertencia, se estaba planteando una interesante reflexión sobre las virtudes y límites de la no reelección.
Cumplido ya el sueño juvenil de convertirse en Presidente, ¿qué tan probable es que alguien no se esfuerce tanto como debiera si tuviese que refrendar su mandato a los cuatro años?
Sin ir muy lejos, todo ese debate se sintetiza y se refleja en lo que ha sido el manejo del paro nacional durante los últimos días.
Y salta a la vista en materia de orden público cuando Uribe reclamó «el derecho de soldados y policías de utilizar sus armas para defender su integridad y para defender a las personas y bienes de la “acción criminal del terrorismo vandálico”.
En cualquier caso, si en algún punto ese tutelaje pedagógico llegó a su máxima expresión fue con el proceso de la reforma tributaria.
“Mil veces le dije y le rogué a Duque que, por favor, no presentaran esa reforma; que no la presentaran así, porque iba a provocar un gran rechazo popular, castigando al Gobierno y al partido”.
Así que el final de la historia no puede ser más conmovedor y diciente hacia el porvenir.
A pesar de todas las lecciones, proverbios y aforismos del expresidente, insistieron en su empeño y la tramitaron así : “”«La presentaron así, infortunadamente”... ¡para luego tener que retirarla!
vicentetorrijos.com
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