El presidente estadounidense, Joe Biden, recientemente convocó a las naciones del mundo a una gran conferencia virtual, con el propósito de discutir y proponer políticas urgentes para detener el cambio climático que amenaza al planeta.
Su invitación fue aceptada por 40 líderes mundiales. China y de Rusia, asistieron a pesar de ser naciones con las que USA tiene constantes tensiones políticas. En la reunión hubo consenso sobre la urgencia existente para tomar medidas inmediatas que detengan el calentamiento global.
Esta reunión fue una importante antesala para la reunión citada por Naciones Unidas para el próximo noviembre en Glasgow. Se ventilaron consensos y compromisos significativos, lo mismo que se discutieron los problemas que tienen algunos países para disminuir las emisiones causadas por el consumo de los combustibles fósiles, mayor causante de dicho calentamiento. Para, el secretario General de la ONU, Antonio Guterrez, “queda un largo camino por recorrer”.
Quizá lo más importante de dicha reunión fue el hecho de que Estados Unidos tomó el liderazgo. Biden activamente buscó consensos, ofreció ayudas económicas y prometió reducir sus emisiones, casi el doble de lo ofrecido bajo el pacto de Paris.
Siendo USA y China los mayores productores de “gases fósiles”, sin la participación de uno de ellos es prácticamente imposible avanzar con la rapidez necesaria, mucho menos encontrar soluciones.
Desgraciadamente quedó claro que, a pesar de la urgencia y el riesgo de supervivencia del planeta si no se enfrenta el cambio climático la respuesta de algunos países está supeditada a su política internacional y, naturalmente, a su capacidad económica.
El primer ministro de China, país mayor consumidor de carbón, el combustible más “sucio”, declaró que su apoyo a las propuesta de USA de disminuir rápidamente su utilización antes del 2030, depende de la no intervención de los estadounidenses en lo que ocurre políticamente en Hong Kong y Taiwán. Un sucio chantaje ante algo tan dramático y amenazante como es el cambio climático.
Otros países reclamaron ayudas económicas de los Estados Unidos para poder implementar decisiones que les significan pérdidas importantes económicas, como son: abandonar la explotación y el comercio del carbón y del petróleo.
No pocos denuncian que no han sido ellos los causantes de esta hecatombe ambiental, así que el costo debe ser cubierto por las naciones más desarrollas, las cuales, desde la revolución industrial hace más de un siglo, arrasaron con selvas y bosques, espoliaron los mares, explotaron descuidadamente el subsuelo y, en nombre del desarrollo, polucionaron el medio ambiente.
El 28 de abril, durante el informe sobre los primeros 100 días de su gobierno, Biden destacó la importancia que dará, durante su presidencia, al desarrollo de energías limpias y a todo lo relacionado con ellas. Para él, la lucha contra el cambio climático abre para el mundo una era plena en oportunidades para crear tecnologías, industrias, además de empleos nuevos, que ayuden a la preservación del planeta.
El planteamiento de que esta crisis debe convertirse en oportunidades es brillante y, sin duda, cierto. Pero se requiere consenso mundial. Biden, con su talante cortés, es el perfecto negociador para lograrlo. Angela Merkel así lo piensa, aun el presidente Bolsonaro de Brasil y el primer ministro de la India han demostrado su intención de colaborar. Este puede ser el comienzo de una nueva “Economía Verde”.
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