Básicamente hay tres tipos de gobierno que se reflejan con toda claridad en América Latina: los de derecha, los de izquierda, y los “nini”: ni de derecha, ni de izquierda.
De derecha quedan pocos: el de Lacalle, el de Bukele y el de Lasso, porque el de Boluarte puede ser apenas un “bypass”. El último “nini” fue el de Iván Duque. Y los demás son izquierdistas.
Eso significa que estos últimos tendrán que esforzarse mucho para lograr tres cuestiones.
Primero que todo, mantener vivas sus coaliciones, evitando que se rompan en mil pedazos.
Segundo, asegurar su continuidad en las elecciones, dando muestras claras de eficiencia.
Y tercero, ser capaces de consolidar un liderazgo hemisférico, superando la tentación de la fragmentación.
Para consolidar sus coaliciones, necesitan alejarse definitivamente del cesarismo y la aceptación de la violencia como método político y demostrar que es posible concertar, conciliar y lograr consensos.
Luego, para asegurar su aceptación y continuidad no pueden quedarse estacionados en el discurso de cambio y el volátil mercadeo de ilusiones progresistas.
Si las cifras en las encuestas empiezan a reflejar desconfianza e insatisfacción porque no hay logros tangibles y eficaces en torno a las necesidades básicas -empezando por la seguridad-, la sostenibilidad se irá al garete y el fracaso electoral, tanto a nivel territorial como nacional, quedará pronto en evidencia.
Por último, si no hay suficiente liderazgo, esto es, una coordinación supranacional que facilite la cooperación, la estabilidad transfronteriza y la interconsulta para ensayar fórmulas de solución a problemas comunes, la gobernabilidad será algo difuso y efímero, acéfalo y sin proyección en el manejo de asuntos planetarios.
Liderazgo extraparroquial que, como es apenas lógico, requiere no solo de redes y aparatos institucionales sino de personalidades que motiven e impulsen el modelo con suficiente vitalidad y carisma.
En concreto, ¿quién puede articular hoy esos recursos y motivar a los diferentes gobiernos y agentes no estatales de la izquierda para incidir en las decisiones globales de manera específica e inspiradora al mismo tiempo?
Lula da Silva está tratando de retomar el rol que asumió hace varios años, pero tanto él, como López Obrador, han sufrido un desgaste natural que les dificulta la tarea.
Otros, como Arce, Castro, Maduro y Fernández están demasiado ensimismados o no tienen vocación transnacional.
Así que la baraja se reduce a Gustavo Petro o Gabriel Boric. Pero ellos mismos son conscientes de sus alcances y limitaciones porque, al fin y al cabo, el gran drama histórico de la izquierda no ha sido otro que el de las pugnas internas.
Y una traumática tendencia al fratricidio.
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