Vaya semana agitada para nuestro sereno país. Acostumbrado a vivir del tumbo al tambo en todos los escenarios, tanto políticos como gremiales, empresariales, comerciales, institucionales y de más, cada día trae su afán -reza la máxima-, pero nuestros afanes son desmedidos y muy peligrosos. Pareciera que nadie calcula los efectos de sus decisiones, conceptos, actitudes, y procedimientos. Una persona desprevenida y poco informada, fácilmente pude pensar que vivimos con afanes y miedo por no tener claridad de nuestro futuro.
Miren por ejemplo la sorpresa que recibimos los capitalinos, al observar un conjunto de indígenas muy organizados y posesionados de un papel poco ortodoxo, desplazarse por la plaza de Bolívar y ubicarse en las gradas del Capitolio dificultando, cuando no impidiendo, el libre desplazamiento de los ciudadanos, con ciertas actitudes desafiantes y en aparente disposición de ánimo belicoso, un tanto agresivo, por lo que las redes sociales percibieron el asunto y lograron entrevistar a algunos miembros del grupo, recibiendo respuestas desconcertantes y amorfas, demostrando con ello que no tenían clara su misión, ni objetivo, simplemente imbuidos de autoridad y derechos que, en verdad, no creo tenían en ese lugar.
Manifestaron ser la guardia indígena cimarrona y punto. No aceptaron más preguntas evitando al periodista y demás ciudadanos, que, entre curiosos y temerosos, observaban la situación. La presencia de una caravana indígena no debe despertar inseguridad y aprensión, pues están en su derecho de asistir, presentarse y aun protestar, si es del caso, pero una agrupación con perfiles de organización soldadesca y desafiante, debe causar preocupación presente y futura. Ante estas circunstancias nos asaltan algunas peguntas: ¿a que se debió la presencia de la guardia, como ellos se denominan? ¿quién la convocó? ¿qué persona o entidad patrocinó su desplazamiento que debió ser costoso, como su permanecía y alimentación? Por último, ¿cuál sería su misión?
La formación de un policía dura mínimo un año en una escuela de instrucción, donde se capacita en variadas y exigentes disciplinas, teniendo como horizonte la defensa de la vida, honra y bienes de los residentes en el país, además cierta capacidad para entender escuchar y orientar los ciudadanos que requieren su asistencia, reconvenir y amonestar aquellos parroquianos que no observan sus obligaciones, haciendo exceso de sus derechos. Todo ello sin descuidar la lucha contra la delincuencia común y organizada, escenario donde muchos han perdido la vida, haciendo honor a su juramento parte integral de nuestra doctrina, acuñada a través de los años, imposible de borrar en el ideario.
Es por esto que no podemos aceptar que partidas de comunidades ajenas al profesionalismo policial, que demanda el servicio, vengan a improvisar y ocupar lugares en operativos de responsabilidad tan delicados como el referido. No podemos jugar a ser policías, ojo calculemos el efecto de las decisiones.
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