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A un año

A un año de elecciones presidenciales en Colombia abundan los aspirantes, escasean los presidenciables.

El abanico es amplio este jueves de eventuales sucesores del Presidente Santos. Sin embargo, hay pocos nombres que inspiren consenso y generen confianza.

Los partidos tradicionales -liberal y conservador- en decadencia, obsoletos y marginados de la ruta nacional.

Los movimientos independientes, de derecha, centro o izquierda, ensimismados en debates estériles, apartados de la realidad nacional.

Muy poco de donde escoger. Los escrutinios del próximo año lucen aburridos, sin brillo ni color, más de lo mismo: tinte político, poco enfoque social.

Sería vergonzante que 12 meses no sean suficientes para que uno o dos buenos candidatos propongan y tracen la nueva ruta que debe seguir el país para reencontrarse con la prosperidad.

No sería descabellado que en mayo de 2018 lleguemos a las urnas con un país hecho trizas, dividido, polarizado y caracterizado por odios, venganzas y corrupción.

Hora de que los ciudadanos fijen prioridades y responsabilidades frente al provenir político y social de la nación.

No puede seguirse perdiendo memoria política. No ser más animales de costumbre frente a timoneles que requieren la actualidad y el futuro.

Quienes sufragan cada cuatro años en las presidenciales deberían repensar, reinventar su lugar en la democracia.

No más excusas para elegir malos políticos, bandidos, corruptos, oportunistas o buenos para nada en la administración pública o corporaciones públicas.

Tiempo de ser firmes, autocríticos y no feriar el voto. No más la piñata del sufragio en regiones propicias para la trampa, la estafa, la corrupción y la complacencia con los deshonestos.

Mapa político luce hoy salpicado de lunares negros donde clase política dominante sigue siendo decepcionante.

Los tradicionales y nuevos votantes deberían comenzar a tomar partido antes de que seas tarde y reine la confusión. Antes que un nombre, un líder o candidato, vale reflexionar sobre el estado actual del país y medir qué clase de Presidente necesita Colombia.

Preciso fijar reglas de juego en casa, en grupo, individualmente, en el sector privado, en la academia, en el trabajo, sobre el tipo de candidato que necesita el presente para construir un mejor mañana.

Resolviendo la inquietud de qué líder es el que reclama hoy Colombia para salir del atolladero social y económico, podremos identificar con mayor sentido común el tipo de inquilino que debemos llevar al Palacio de Nariño en agosto de 2018.

A su vez, los partidos políticos y demás movimientos deberían entender que más que nombres y figuras, el país demanda hoy un cambio radical en sus costumbres y talante de gobernar.

No se trata de Germán Vargas, Petro, Pinzón, Duque, De la Calle o de Ordoñez, sino de encontrar el hombre o la mujer que tenga conciencia nacional en su cabeza y en sus manos mucho rostro social.

Corazón grande, inteligencia, transparencia, responsabilidad, ejecución, firmeza, compromiso y aliado de prosperar con equidad, educación, salud, empleo y seguridad, son condiciones de un digno sucesor de Santos.